BOABDIL Y EL GRAN CAPITÁN: LA AMISTAD ENTRE DOS ENEMIGOS.



Esta es la historia de una amistad que simboliza lo que podría haber sido la convivencia entre musulmanes y cristianos en la Península Ibérica, que no pudo ser porque al final los radicales de ambos bandos arrasaron cualquier entendimiento entre ambas culturas.

La historia de la extraña amistad comenzó cuando Boabdil, tras la batalla de Lucena en 1483, cayó preso de los Reyes Católicos. Durante el cautiverio, que duró ocho meses, el rey Fernando mandó a Gonzalo de Córdoba para negociar con él porque sabía árabe. Fue en esos encuentros, en el castillo de Cabra (donde curiosamente el Gran Capitán también había estado encerrado durante dos años) cuando se gestó la amistad entre los dos enemigos.

Ambos personajes constataron que estaban unidos por lazos de identidad espiritual. La prueba más evidente de la confianza que les unió fue el pacto que alcanzaron. Boabdil se comprometió a continuar batallando contra su padre a fin de derrocarle. Los reyes decidieron así liberarlo pero le exigieron antes que dejara en prenda a su hijo como garantía para el cumplimiento de su palabra. Boabdil, resignado, aceptó, pero exigió que su vástago quedara bajo la protección de Gonzalo de Córdoba convirtiéndose éste en su tutor, quien se preocupó por seguir educando al niño en su cultura y religión islámica.

Boabdil y Gonzalo de Córdoba tenían muchas cosas en común: Ambos compartían una misma visión política de lo que estaba sucediendo. Los dos eran hombres del futuro pero los dos se veían atados a un deber que consideraban por encima de sí mismos. Eran enemigos de los radicales, de los fundamentalistas islámicos que habían decretado la Guerra de Granada como una «yihad» y de los inquisidores cristianos que habían conseguido bautizarla como una cruzada con la bendición del Papa. Ambos conocían la cultura y el idioma del contrario, y preferían comprenderlo antes que demonizarlo. Y sin embargo, los dos aceptaron su destino, combatir el uno contra el otro por lealtad hacia los suyos.

A pesar de los acuerdos alcanzados, finalmente se reanudó el enfrentamiento. Este nuevo estallido de la guerra entre musulmanes y cristianos fue un duro golpe para los dos. Tras dos años de continúas luchas y cercada la ciudad de Granada, Boabdil inició conversaciones con su amigo Gonzalo de Córdoba que acabaron con la rendición y la entrega de la ciudad. Boabdil recibía en compensación el señorío de la Alpujarra.

Desterrado en las Alpujarras, la desgracia le siguió persiguiendo. Su mujer murió a los pocos meses por una enfermedad. Sabedor del incumplimiento de los pactos y de que los musulmanes seguían sufriendo represalias, y presa de los remordimientos, al final decidió abandonar la península y asentarse en el norte de África, en la corte de un pariente suyo.

Gonzalo Fernández de Córdoba escoltó a Boabdil hasta la costa, emprendiendo el camino que le llevaría a Fez, en Marruecos. En la costa, ambos personajes se despedirían con un emotivo abrazo de gran amistad para nunca más volver a verse.

Fuentes:

«Boabdil. Un hombre contra el destino», de Antonio Soler

ABC

ElCultural.es

Asociación Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba


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