Ya estoy en los cuarenta.



 Mi entusiasmo ya no es como a los quince  ya no creo en príncipes azules y entendí que para vivir bien hay que trabajar, que lo único gratuito es la sonrisa y esa hay que darla sin medida.

Mi piel ya no es como la de los veinte,  mi vientre tiene huellas de vida, de amor,  de dolor y alegría. Sigo en camino con mucho que aprender aún,  con mucho que dar, a pesar de todo no estoy vacía. 

Mis ojos ya no son tan vivos como a los treinta, pero mis pies bailan con alegría en todas y cada una de las estaciones, mi sonrisa no ha muerto, mis manos son refugio de muchas almas solitarias y eso me reconforta,  alivia también a la mía.

Ya estoy en la edad perfecta,  porque ya prefiero darle largas al calendario cuando me recuerda cada vuelta al sol, solo sonrío,  miro al cielo y doy gracias por poder festejarlo con cerveza y mucho amor. 

Ya estoy en los cuarenta,  en la edad donde cometo las locuras de las que no tuve valor a los veinte o treinta.  En la edad donde prefiere que me llamen ridícula que sería, en la edad donde me permito fallar a quedarme con las ganas de saber que pasará. 

Ya estoy en el cuarto piso y hasta hoy uso minifalda y ropa entallada y aunque les parezcan extraño aun atrapó muchas miradas. Ya estoy en la edad perfecta donde vivo los sueños  que me faltan y no me falta hacer tanto de lo que soñé vivir.

 Ivet Mata.


Comentarios