UN DÍA VAS A QUERER REGRESAR EL TIEMPO ATRÁS...
Al principio no la noté…
Era sábado en la mañana y estábamos desayunando fuera. Yo estaba demasiado ocupada cortando hotcakes en pequeños pedazos, peleando con mi hija para que se comiera su huevo, aun cuando tenía cositas verdes encima, y luchando para que mi hijo dejara de echarle leche a su hermana con su popote.
En general estaba tratando de lograr tener un desayuno en paz, con mis hijos en silencio y bajo control.
Pero de repente sentí la mirada directa de una mujer desde la mesa de enfrente. Era una señora de entre 50 y 60 años, que venía acompañada de su esposo y de sus tres hijos adultos.
Al principio pensé que la estábamos molestando con nuestro alboroto o algo por el estilo.
Pero luego la miré con mayor profundidad. Y en su cara descubrí una expresión llena de melancolía y suavidad.
Era como si ella estuviera recordando.
Recordando cuando ella era una mamá joven con niños chicos. Cuando la maternidad era algo nuevo, cansado y lleno de vida.
Era como si ella estuviera recordando lo que se sentía sentirse necesitada por alguien TOODOO el tiempo. Sentir que tienes que guiar, enseñar, criar y amar de tiempo completo.
Ella estaba recordando y se veía que extrañaba.
Extrañaba sentirse necesitada por alguien más. Que sus besos, sus abrazos y sus caricias de sana-sana tuvieran tanto valor, y que unas personitas los necesitaran siempre con tanta urgencia.
Ella extrañaba sentir ese abrazo de un niño pequeño que cree que su mamá es el más perfecto e increíble ser.
Extrañaba tomar a un bebé en sus brazos y ser exactamente lo único que ese bebé necesita para calmarse.
Ella extrañaba los días en que era la persona más importante en la vida de sus hijos: antes de los días de escuela, y los trabajos y las familias y las esposas.
Sentada en aquella silla sentí cómo su melancolía me bañaba, y cómo la mujer extrañaba con tantas fuerzas lo que yo estaba viviendo. Fue como pude reconocer la belleza y la magia de mi realidad actual. La grandeza de mi caótica mañana.
Y pude recordarme a mí misma, algo que a veces con tanto trabajo se me olvida, ¡que criar niños pequeños es mágico!
Y que algún día yo estaré sentada con mis hijos ya mayores en una mesa, viendo en la mesa de enfrente a esa mamá joven que está despeinada o sin haber podido bañarse ese día. Tratando de comer unos huevos fríos mientras que intenta que unas pequeñas manos no derramen su café.
Y que al verla, desearé con todas mis fuerzas poder regresar en el tiempo.
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