Cojones .
... Llamé a la puerta. Ésta se entreabrió y allí estaba una mujer verdaderamente preciosa en camisón. No me esperaba tanto. Joven, rubia y con labios de fresa... Yo había bajado con un enfebrecido ataque de ansiedad, pero ahora había desaparecido. Quiero decir que si ella hubiese sido una guarra o hubiese tenido algo indecente o feo (un labio leporino, cualquier cosa), yo habría estado más cachondo y más dispuesto a tirármela. Recordé una historia que había leído una vez en el Racing-Form acerca de un semental purasangre al que no habían conseguido aparear con ninguna yegua. Le habían llevado las yeguas más bellas que se podían encontrar, pero el semental las rehuía. Entonces alguien que sabía del asunto tuvo una idea. Embadurnó de barro a una yegua magnífica y el semental la monto inmediatamente. La teoría era que el semental se sentía inferior ante todas aquellas bellezas, pero cuando estaban embarradas, afeadas, entonces se sentía igual, o quizás incluso superior. Las mentes de los caballos y las de los hombres podían tener muchos puntos en común.
Charles Bukowski
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