¿Por qué no lloras si es pena lo que sientes?
- ¿Por qué no lloras si es pena lo que sientes?
- ¿Llorar?… llorar, ¿y para qué se llora?- preguntó extrañada.
- Se llora para aliviar las penas- le contestó el río, se llora, se canta y se ríe para aliviar las penas, pero primero, primero se llora.
- Entonces quisiera llorar un poquito pero ¿sabes, mi río?- le confesó avergonzada-, no sé llorar, porque hasta ahora nunca he llorado. ¿Cómo se hace para llorar cuando uno tiene pena?- preguntó la niña, que hasta entonces nunca había llorado de pena.
- Nacen en tu corazón unas lágrimas y se asoman a tus ojos- le enseñó el río-; esas, son lágrimas de pena.
- Una lágrima de pena- repitió para sí la niña-. ¿Cómo serán las lágrimas de pena?
El río oyó la pregunta y se compadeció de la niña:
- Asómate a mi orilla y mírate en mis aguas de colores, para que tu lágrima tenga todos los colores del mundo y tú puedas alegrarte- le dijo.
Tan triste se había puesto el río, tan suavemente pasaban sus aguas río abajo que se había olvidado por completo que ya no eran de color, que él y la niña los habían regalado todos.
Se inclinó la niña, asomándose a la orilla y una lágrima que había nacido en su corazón se asomó a los ojos y rodó despacito por la mejilla.
Era una lágrima grande, y era transparente como el agua del río que ya no tenía colores.
Otras lágrimas transparentes y cristalinas mojaron la carita de la niña y fueron cayendo al agua.
El río miró las lágrimas y se dio cuenta de que no tenían color; entonces se acordó de que los había regalado todos y, aunque estaba feliz de haberlo hecho pensó que le hubiera gustado tenerlos en ese momento, para aliviar la pena de la niña.
Ahora el cielo adivinó lo que el río pensaba y se puso a llorar despacito y el sol iluminó con sus rayos las gotitas de lluvia del cielo, y un arco iris apareció en el que estaban todos los colores del mundo.
Todos los colores que antes habían tenido las aguas del río.
La niña miró el arco iris y en sus lágrimas se formó otro pequeñito, pequeñito como había sido la niña, se metió por sus ojos y deshizo con sus colores las penas y le alegró el corazón.
La niña miró el río y vio su imagen en el agua, sonriendo. En la mejilla, sin atreverse a salir del todo, había quedado una lágrima rezagada, tímida, pura y transparente.
Había una vez, en un lugar cercano, un río.
Era un río muy ancho, que corría majestuosamente y sereno, llevando por su cauce toda el agua de la región.
Y era un río como los que tú conoces, sólo que sus aguas eran tan transparentes y puras como las lágrimas de los niños."
Saúl Schkolnik
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