“LA MISIÓN”

En el año 1986 el director Roland Joffé nos regaló la película “LA MISIÓN” (The Mission). Han pasado tres décadas y media y seguimos recordándola, especialmente por esa peculiar historia entre el padre jesuita Gabriel (Jeremy Irons) y el capitán Rodrigo Mendoza (Robert De Niro) con las cataratas de Iguazú y la B.S.O. de Ennio Morricone como telón de fondo. Una película que se basa en la la experiencia de las misiones jesuitas guaraníes y con el trasfondo del Tratado de Madrid (1750) entre España y Portugal, por el que se dirimió momentáneamente la disputa entre las monarquías absolutas europeas.

Una película que nos ofrece una oportunidad especial para profundizar en un hecho interesante en la Historia de América y que responde al choque cultural marcado por la llegada de los europeos y la necesidad de adaptarse a una realidad social y religiosa muy diferente: las llamadas REDUCCIONES JESUÍTICAS, esas misiones llevadas a cabo por los religiosos de la Compañía de Jesús tildado de utópico desde época muy temprana, pero que constituyó una empresa bastante particular y digna de estudio.
Si nos remontamos a la propia etimología del término, estas “reducciones” no serían otra cosa que un intento de «llevar» (del latín reducti) a los indígenas hacia el cristianismo, o lo que es lo mismo, un proceso de evangelización similar en sus objetivos a las otras iniciativas que desde años atrás se estaba llevando a cabo en el Nuevo Mundo. Sin embargo, lo que va a diferenciar a este proyecto van a ser los medios para llegar a dicho fin, que diferirían notablemente de aquella actitud de imposición llevada a cabo por los primeros conquistadores.
La Compañía de Jesús fue fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola y aprobada por el Papa Paulo III en 1540, por lo que sus miembros no participaron en la primera etapa de la conquista, ya que los jesuitas comienzan a llegar a América en la segunda mitad del siglo XVI. Su tardía llegada al escenario americano provocó que encontrasen a la mayor parte de los indígenas que vivían cerca de los lugares clásicos de la colonización ya reducidos, bien por los encomenderos, bien por otras órdenes religiosas.
La primera misión jesuítica guaraní se fundó en el año 1609 en el actual territorio de Paraguay, siendo fundado el último pueblo en 1709. Fueron en total treinta pueblos o misiones los que existieron. Quince de ellos se ubicaron geográficamente en Argentina, de las cuales doce se ubicaron en la provincia de Misiones y tres en la provincia de Corrientes. Ocho se ubicaron en el actual Paraguay y siete se situaron en el suroeste de Brasil. Todas las reducciones estaban dentro la zona delimitada por los ríos Paraná y Uruguay y formaban parte del Virreinato de Perú.
El Padre Diego de Torres fue el encargado de dirigir el nuevo territorio otorgado a los jesuitas. Para él, las reducciones y las encomiendas eran dos sistemas incompatibles. Porque las pretensiones de las reducciones jesuíticas iban más allá del mero adoctrinamiento, cobro de impuestos y adaptación de la sociedad indígena al modo de vida europeo, ya que sus principios estaban más encaminados hacia una ambición evangelizadora y hacia la construcción de un nuevo modelo de sociedad asentada sobre bases morales y religiosas del cristianismo. Según nos muestran las fuentes de la época, el propósito de la mayoría de estos jesuitas era el de aprovechar la fundación de estos poblados indígenas separados de los españoles para construir una sociedad desde cero en la que ese aislamiento permitiese alejarlos de los males (llámese enfermedades importadas por los blancos de Europa) y la corrupción moral de la sociedad europea. En cierto sentido, era un intento de crear una sociedad ideal según el modelo concebido por estos religiosos jesuitas, de ahí el carácter utópico que muchos le atribuyen al proyecto. Y hay que suponer que, inicialmente, las relaciones entre los jesuitas y el pueblo guaraní no fueron fáciles.
Todos los pueblos se fundaban siguiendo criterios arquitectónicos similares, que se apartaban sustancialmente de la clásica cuadrícula colonial. La estructura de las poblaciones estaba dominada por las iglesias que ocupaban junto al colegio de los Padres y al cementerio uno de los lados de la gran plaza central. Las casas de los indígenas se extendían en hileras paralelas y regulares por los otros tres lados de la plaza y por el resto del pueblo. Todo ello construido con el estilo llamado barroco guaraní, único barroco autóctono que se desarrolló en América. El barroco guaraní tenía como finalidad atraer la atención y convertir a la fe cristiana a los indígenas guaraníes y se inspiraba en las imágenes de santos con rasgos indígenas y en la propia flora de la zona para los ornamentos religiosos.
En cada reducción existía un Cabildo que tenía poder para gobernar de manera local cada misión. Era dirigido por el Corregidor como autoridad principal del pueblo, conocido entre los guaraníes como parokaitara: el que dispone lo que se debe hacer. Su nombramiento recaía casi siempre en un Cacique del pueblo, para que los indígenas sintieran que sus instituciones ancestrales seguían existiendo en su nueva situación política. Tras el Corregidor existía en la cadena de mando los Alcaldes de primer y segundo voto también llamados ivírayucu: el primero entre los que llevan vara y ellos velaban por las buenas costumbres, castigando a los holgazanes y vagabundos. Además del Corregidor y los Alcaldes, el Cabildo estaba integrado por un Teniente de Corregidor, un Alguacil, cuatro Regidores, un Alguacil Mayor, un Alférez Real, un Escribano y un Mayordomo, del cual dependían los Contadores, los Fiscales y los Almaceneros. Los integrantes del Cabildo eran elegidos cada uno de enero. También tenían estos cargos que ser refrendados por el Gobernador. La vida colectiva, e incluso la privada, se encontraban perfectamente reglamentadas. Y solamente habitaban en cada reducción dos o tres jesuitas entre 3.000 y 5.000 guaraníes.
Las ocupaciones de cada habitante estaban determinadas con claridad y los toques de las campanas de las iglesias indicaban el inicio y el fin de cada actividad. La economía de las distintas reducciones se basaba principalmente en la agricultura y la ganadería. Por otra parte, las reducciones guaraníes consiguieron grandes avances en educación, muy superiores a los existentes entre otros indígenas americanos. Los guaraníes sabían leer, escribir y algunas nociones de matemáticas, así como su excelso gusto y habilidad por la música. Se preservó la lengua guaraní que ha llegado hasta nuestros días y que es oficial junto al castellano en la República del Paraguay.
Así pues, la propia metodología ya era peculiar: el proceso de inmersión protagonizado por los religiosos hizo que aprendieran las lenguas indígenas y trataron de conocer tan bien como pudieron la cultura y formas de vida de los indígenas con el objetivo de formar parte de esa comunidad, integrarse en ella y conseguir así atraerlos e involucrarlos en dicho proyecto. No sería una tarea fácil, pero lo intentaron con buenva voluntad.
Entonces, en el año 1750, España y Portugal firman el Tratado de Madrid para delimitación de sus fronteras en América, por ello conocido como Tratado de Permuta. Este tratado obligaba a los jesuitas al abandono de los siete pueblos más orientales, cuyas tierras pasaban a depender del imperio portugués. Los casi 30.000 guaraníes que vivía allí tenían que quedarse y aceptar la soberanía brasileña, o marcharse a otras reducciones. Los guaraníes no aceptaron este tratado y se rebelaron y lucharon contra las tropas hispano-portuguesas en la llamada Guerra guaranítica, ocurrida entre 1754 y 1756. La rebelión fracasó y las misiones orientales se despoblaron.
Posteriormente, ya en el año 1767, Carlos III firmó una Real Orden por la cual los jesuitas eran expulsados de todos los dominios españoles. La Corona creó la Gobernación de las Misiones Guaraníes para organizar los treinta pueblos guaraníes tras la expulsión de los Jesuitas. Los nuevos dirigentes del clero secular no eran bien visto por los guaraníes, que empezaron a emigrar. Además, en 1801, los portugueses ocuparon definitivamente las Misiones Orientales, dando por finalizadas las reducciones guaraníes.
No obstante, podemos decir que en cierto sentido fue una misión exitosa y fruto de un gran esfuerzo e interés por parte de los jesuitas, cuyas iniciativas individuales buscaban introducir el cristianismo en América a través de nuevos métodos y desde una visión más humanizada y civilizada de los indígenas. Una organización del Nuevo Mundo que tuvo como peculiaridad la implantación de un modelo que respondía a un objetivo más espiritual y religioso que político-administrativo. Al menos en teoría, su ambicioso proyecto suponía un cambio importante con respecto a los otros modelos de colonización implantados en América.
Y hoy en día, siete de las reducciones guaraníes han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Son las reducciones paraguayas de Santísima Trinidad del Paraná y Jesús de Tavarangué, la reducción brasileña de São Miguel das Missões, y las reducciones argentinas de San Ignacio Mini, Nuestra Señora de Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María la Mayor.
Y esa fue “la misión” de las reducciónes jesuíticas… Y así se vive en toda su dimensión edta especial película que triunfó en Cannes (Palma de Oro), en los Globos de Oro (Mejor guion y B. S. O.),en los Óscar (Mejor fotografía para Chris Menges) y muchos otros galardones. Y todo ello lo recordamos mientras suena su tema principal, "Falls" ("Cascadas"), una de las piezas más memorables de Morricone.

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