Tyrion Lannister.
—¿Por qué lees tanto?
Tyrion alzó la vista al oír aquella voz. Jon Nieve estaba a poca distancia de él y lo miraba con curiosidad. Cerró el libro, dejando dentro el dedo para marcar la página.
—Mírame bien y dime qué ves.
—¿Es un truco o qué? —El chico le lanzó una mirada desconfiada—. Te veo a ti, Tyrion Lannister.
—Para ser un bastardo estás muy bien educado, Nieve —dijo Tyrion con un suspiro—. Lo que ves es un enano. ¿Qué edad tienes, doce años?
—Catorce —dijo el chico.
—Catorce, y eres más alto de lo que yo seré en la vida. Tengo las piernas cortas y retorcidas, y me cuesta caminar. Necesito una silla de montar especial para no caerme del caballo. Por cierto, la diseñé yo mismo, ya que hablamos del tema. Tenía que elegir entre eso o ir en poni. Tengo fuerza en los brazos, pero también son cortos. Nunca seré un espadachín. Si hubiera nacido en una familia de campesinos seguramente me habrían abandonado a la intemperie para que muriera, o me habrían vendido como monstruo de feria. Pero soy un Lannister de Roca Casterly, y eso que se perdieron las ferias. Se esperan cosas de mí. Mi padre fue Mano del Rey veinte años. Después resulta que mi hermano mató a ese mismo rey, ironías de la vida. Mi hermana se casó con el nuevo rey, y ese odioso sobrino que tengo será rey tras su muerte. Debo hacer algo por el honor de mi casa, ¿no te parece? Pero, ¿qué? Puede que tenga las piernas cortas en relación con mi cuerpo, pero la cabeza la tengo demasiado grande, aunque yo prefiero pensar que es del tamaño adecuado para mi mente. Tengo una idea bastante precisa de cuáles son mis puntos fuertes y mis puntos débiles. Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada, el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente... Pero una mente necesita de los libros igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. — Tyrion dio un golpecito a la tapa de cuero del libro—. Por eso leo tanto, Jon Nieve.
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