Mi visita al Kinkaku-ji.



Yo recuerdo que una vez en Japón, fui de visita al Kinkaku-ji en Kioto y me sorprendí al observar lo bien que el templo había resistido el paso del tiempo desde que fuera construido en el siglo catorce. Entonces me explicaron, que en realidad el edificio no había resistido, ya que de hecho se había quemado hasta los cimientos dos veces durante este siglo.

Por lo que le pregunté a mi guía japonés


"¿O sea que no es el edificio original?".


"Al contrario, por supuesto que es el original"


"¿Pero no se incendió?"


"Sí"


"Dos veces"


"Muchas veces"


"Y fue reconstruido"


"Por supuesto. Es un edificio histórico importante"


"Con materiales completamente nuevos"


"Por supuesto. ¡Si se había incendiado!"


"Pero entonces, ¿cómo es posible que sea el mismo edificio?"


"Siempre es el mismo edificio"


 


Y tuve que admitir que este era un punto de vista perfectamente racional, solo que partía de un postulado completamente inesperado. La idea del edificio, la finalidad del mismo, y su diseño, son todos conceptos inmutables y son la esencia del edificio.


El propósito de los constructores originales es lo que sobrevive.


La madera de la que está construido decae y es reemplazada todas las veces que sea necesario.


El preocuparse por los materiales originales, que solo son recuerdos sentimentales del pasado es no saber apreciar al edificio."


Douglas Adams en su libro: Last chance to see


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