Kate Winslet en " Titanic"

 



Cuando en 1997 se estrenó Titanic la actriz Kate Winslet recibió un aluvión de críticas e insultos con respecto a su peso.

Incluso se decía "de broma" que ella hundió el barco por gorda.

Daba igual lo bien que estuviera Kate en la película, lo buena actriz que era (y es) o la entrega y esfuerzo en su trabajo.

Lo único que importaba de ella era su físico.

El mundo no podía soportar que la protagonista de una película romántica no tuviera una talla 38.

Ni unos brazos y muslos escuálidos.

El mundo no podía tolerar que el Leonardo se enamorara de ella.

Le resultaba increíble que se fijara en ella: Es que no pegan.

Pero en esa afirmación lo que iba implícito era que ella era "demasiado grande" para él.

Imaginad todas las chicas que vieron Titanic aquel año en el cine.

Millones.

Imaginad cómo cambiaron las percepciones de sus propios cuerpos al escuchar esos comentarios sobre el de Kate.

Cómo se observaron a sí mismas tomando como referencia la mirada de una sociedad con un propósito claro de controlar a las mujeres a través de una idea única de la belleza.

Imaginad la distorsión y el daño.

Porque Kate no estaba gorda ni de broma.

Y aunque lo hubiera estado no tenía que disculparse por no estar delgada.

Porque estar delgada no es una obligación.

Porque estando delgada no te van a querer más.

Ni mereces más amor por ocupar menos espacio en el mundo.

Ni eres más guapa o más fea.

Tu cuerpo es un medio para sobrevivir.

Para agarrarte a un barco partido por la mitad.

O para abrazar a tu padre.

Tu cuerpo es un instrumento para existir.

Y es perfecto.

Porque te lo ha dado tu madre y a ella se lo dio tu abuela y a ella tu bisabuela.

Porque es lo que queda de ellas aquí.

Porque te permite seguir viva.

Tu cuerpo es tu hogar en el planeta Tierra.

No hables mal de tu hogar.

Sé tierna y amable contigo.

No dejes nunca que nadie hable mal de tu hogar ni del de nadie.

No dejes que el lobo sople tu casita hasta derribarla.

Porque no tendrás ninguna más.

Haz una fortaleza de tus raíces.

Y llénala de flores.

Roy Galán

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