Que nunca se pierda la magia.


 Que nunca se pierda la magia. Que no se acaben las ganas de hacer algo nuevo, algo diferente. Que no ahogue la monotonía ni la rutina, que cada día parezca otra cosa. Y que los besos porque sí no tengan que echarse de menos. Que nunca se pierda la manera de mirarse, de sorprenderse, de decirse ‘te quiero’ en voz baja, cuando menos te lo esperas. Que no se acabe la admiración por el otro, el orgullo por todo lo que hace. Ni las ganas de apoyarle y animarle un poco más. Que siempre queramos seguir intentándolo. Que el amor no se pierda, nunca. Que los detalles bonitos siempre estén, y que dé igual el día o el lugar. Hagamos de algo simple, algo inolvidable. Porque recuerda que no es dónde, siempre es con quién. Que las excusas se esfumen, y que la ilusión nos mantenga al pie del cañón. Porque por algo estamos aquí. Que nunca dejemos que el otro sea menos, y que el equipo se rompa. Que la felicidad sea doble, las derrotas se hagan más amenas, y que nunca, pero nunca, se olvide el por qué empezó todo.

Porque ese será el motivo por el que siempre querremos cuidar algo tan bonito como el amor. Nuestro amor.
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