Descubrí la maldad, en mayúsculas, siendo muy chico.


 Descubrí la maldad, en mayúsculas, siendo muy chico.

Mi madre tenía cierto problema con los oídos, desde siempre. Y recuerdo que era algo que le preocupaba especialmente.

Una mañana de verano, yo era un mocoso que no levantaba ni un palmo del suelo, ella conversaba con una amiga en la orilla de la playa. Yo, siempre atento a todo, escuché la conversación.

—Fui al otorrino y le dije que sentía como si tuviese un tapón en los oídos.

Por el tono en su voz, sabía que la escena le había consternado.

—Le comenté que era como si los tuviera atascados —le contaba a su amiga—, y entonces el hombre me respondió que llamara a los 'varilleros' que se dedican a desatascar las alcantarillas, a ver qué podían hacer con sus oídos.

Recuerdo el fuego en mi interior. 

Ella entonces se lamentaba de haberse quedado sin palabras, de no haberle hecho frente, y yo comprendí de un golpe, sin entenderlo todo, la rabia de mi madre, el abuso de poder, el machismo despótico y la capacidad del ser humano para hacer el mal por el puro placer de dañar al prójimo.


Salvador Navarro - Contador de historias


(Pintura de Tracey Silvester Harris)


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