LIMOSNA.
Una tierna anécdota poco conocida de la vida del Buda:
Un día, mientras mendigaba en una pobre aldea, el Buda se encontró con unos niños que jugaban en el polvo. Estaban construyendo toda una ciudad con barro y arena, con su muralla, almacenes, casas y hasta un río. Cuando el Buda y los monjes que lo acompañaban se acercaron, uno de los niños los vio y dijo a sus compañeros, El Buda se acerca pidiendo limosna. ¿Qué limosna le daremos nosotros? A los demás niños les gustó la idea, pero dijeron, ¿Y qué podemos ofrecerle nosotros? Solo somos niños. El primer niño contestó: Hay mucho arroz almacenado en nuestra ciudad de barro. Podemos darle algo de eso al Buda.
Los otros niños aplaudieron con gusto. Tomaron un puñado de barro de sus almacenes y lo pusieron en una hoja limpia. El primer niño tomó la hoja en sus manos, se arrodilló ante el Buda y le dijo, Todo el pueblo de nuestra ciudad de barro os da la bienvenida y os ofrece este arroz para vuestro sustento y el de vuestros monjes. Le rogamos lo acepte.
El Buda sonrió, le acarició la cabeza y declaró, El arroz que me habéis dado es el más valioso que he recibido de los comerciantes. Lo conservaré siempre. Luego se volvió a su discípulo Ananda y le dijo, Ananda, guarda por favor esa ofrenda y cuando volvamos al monasterio la mezclaremos con agua y la emplearemos para revocar las paredes de mi celda. Luego se sentó con los niños y comenzó a contarles historias.
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