¿Justicia? Justicia.

 Padecemos una seudo “justicia” que reserva cárcel para las personas que luchan por justicia social, pero deja siempre en libertad a violadores y pedófilos, sobretodo si son parte de la burguesía o de sus aparatos de dominación como la iglesia o las fuerzas represivas. Constatamos cómo, una y otra vez, son dejados en libertad violadores y torturadores, constatamos cómo la alianza indisociable entre patriarcado y capital ignora múltiples denuncias por violencia machista causando con ello que ocurran Feminicidios anunciados, vemos cómo esa misma alianza muele a las víctimas en los juicios por violación (cuando los hay), y constatamos claramente cómo cuando los victimarios son parte de la clase burguesa gozarán de una mayor impunidad, sobretodo si su víctima o víctimas son parte de la clase trabajadora.

Es esa misma seudo “justicia” que ordena desalojar a familias humildes de sus casitas porque un banquero o consorcio lo requiere, pero en cambio cierra los ojos sobre el latifundio, las multinacionales y la iglesia que se apropian las tierras de los pueblos indígenas y del pequeño campesinado.
En un sistema de clases, en el que la clase explotadora acumula fortunas sobre la explotación de las y los trabajadores y sobre el saqueo de la naturaleza, el saqueo de los cuerpos humanos es banalizado, y las penas por violación son ínfimas en comparación con las penas por “vulneración a la propiedad privada”: para el capitalismo valen menos las mujeres, las niñas y los niños saqueados, que las cosas.
Veremos una y otra vez salir tan campantes a los curas pedófilos, a los policías violadores y torturadores, a los militares masacradores. La impunidad seguirá siendo altísima contra todos los violadores y feminicidas, particularmente si son parte de la clase burguesa (o de sus servidores). Abundan los casos en los que hemos visto niveles de impunidad que no pueden ser más sangrantes: como los de un burgués siquiatra que viola, asesina y mutila, intenta desaparecer el cuerpo de su víctima, y está libre y ejerciendo; como los militares que violan grupalmente a niñas, las despedazan, y están libres; como los marines estadounidenses que en Colombia violaron a decenas de niñas, las grabaron, comerciaron con los vídeos, y están libres en virtud de un pacto espurio de impunidad con el gobierno del país ocupado; como los “cascos azules”, “cooperantes” y directivos de grandes Ong's que violan en Haití, Liberia y otros países (grandes Ong's multinacionales que usufructuan del empobrecimiento, que han encubierto en más de una ocasión a sus directivos violadores); como los curas o los profesores pedófilos de escuelas religiosas que andan libres por doquier. Los ejemplos de impunidad aberrante son innumerables. Este tipo de injusticias abundan y seguirán abundando hasta que no logremos abolir este sistema putrefacto basado en la explotación.
Rosa Luxemburgo escribía, acerca del aparato judicial del capitalismo:
«La 'justicia' de las clases burguesas fue nuevamente como una red que dejó escapar a los tiburones voraces, atrapando solamente a las pequeñas sardinas». La Rosa Roja analizó y denunció la estructura y la superestructura del capitalismo, con todos sus entresijos. Hoy seguimos padeciendo el mismo sistema, incluso los medios de control de la burguesía se han desarrollado con más perfidia en cuanto a medios de alienación y sometimiento. Los niveles de barbarie que arroja este sistema son descarnados; luchar por abolirlo no es fácil, pero es necesario.
Rosa le entregó a la humanidad hasta su propia vida para sembrar su aporte revolucionario. Cuando los fascistas al servicio de la burguesía alemana la asesinaron a golpes, ella sabía que la estaban matando físicamente, pero también sabía que su siembra de amor revolucionario y justicia, de compromiso social y lucha, perduraría hasta hoy y mucho más. Es necesario y vital para la humanidad y para el planeta destruir las estructuras que perpetúan la injusticia, para poder construir un mundo libre de toda explotación.
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(Texto Cecilia Zamudio)


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