Ex Obispo por amor.



 Se ha dicho muchas veces que la realidad imita al arte, pero lo que no se dice tanto es que la realidad puede permitirse hipérboles que jamás se le tolerarían a un escritor, por mucha imaginación que tenga. He leído las noticias sobre el exobispo de Solsona, Xavier Novell, con la extraña sensación de que la vida estaba escribiendo otra vez una novela. En el tráfago diario de las cosas -el ir y venir de los camareros, el ajetreo de las cajeras- hay montones de novelas haciéndose y deshaciéndose ante nuestros ojos, aunque pocas cuentan con la cantidad y calidad de elementos que tiene la narrativa de este buen hombre, el obispo más joven de España, quien a veces está protagonizando una trilogía de Blasco Íbañez y otras veces un romance de Corín Tellado. Es una historia excesiva a todas luces, de ésas que un crítico o un lector exigente desecharía por sobredosis dramática pero que la realidad te estampa en la jeta con el tampón de un funcionario inapelable. Sí, lo alucinante de la vida es que está basada en hechos reales.

Xavier Novell era un obispo como Dios manda, intolerante, antiabortista, homófobo, y sin embargo tocado con el detalle inquietante de que, más allá de la jerarquía eclesiástica, estaba a favor de la independencia catalana. La simpatía por el procés delata al personaje complejo, con sus aristas y sus fallas: tal vez el catalanismo haya sido la brecha donde se fue colando todo lo demás, porque se empieza por pedir la independencia de un país y se acaba pidiendo la independencia de la carne. Un señor que considera el aborto un genocidio personal y la homosexualidad una enfermedad de la que el paciente puede curarse, de repente ve que su vocación clerical se tambalea desde el momento en que conoce a una señora que, para colmo, se dedica a la psicología: la competencia directa del confesionario. La carne es débil y la mente ni te cuento. Del alma mejor no hablamos.

Para rizar el rizo, la señora, además de psicóloga, es novelista, autora de novelas eróticas, una de ellas de corte satánico y título francamente inverosímil: El infierno de la lujuria de Gabriel. Aquí es donde el crítico o el lector exigente tiraría el libro por la ventana, pero como la realidad no sabe nada de absurdos, redundancias o cursilerías, la novela prosigue con la renuncia del obispo y una frase no menos novelesca, en toda la extensión de la palabra: “Me he enamorado y quiero hacer bien las cosas”. Qué cosas no querrá hacer bien el exobispo después de tronar tantas veces contra el aborto desde el púlpito y de recomendarles sesiones de terapia a los homosexuales. En la diócesis ya se olían la tostada desde que el obispo empezó a mencionar la independencia de Catalunya en misa.

Finalmente uno se da cuenta de que la vida no estaba copiando a Corín Tellado ni al plasta de Blasco Íbañez sino nada menos que a Leopoldo Alas, Clarín, quien propuso el conflicto entre un clérigo joven y viril y una joven insatisfecha casada con un anciano bobo. La originalidad de La Regenta respecto al gran modelo de Madame Bovary y a las demás obras maestras sobre el adulterio europeas –Ana KareninaEffie BriestEl primo Basilio– es que la protagonista no sólo cuenta con una fantasía masculina a su altura, un hombre hecho y derecho, inteligente y atractivo, sino que además el hombre hecho y derecho está aprisionado por el voto de castidad y la sotana de cura. Fermín de Pas no pudo salir del sagrario, pero más de un siglo después el ex obispo de Solsona está a punto de comprender que la religión es una enfermedad de la que uno puede curarse con la terapia adecuada.

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