Te enseño a amar.


 Te enseño a amar.

Pasa entre mis sábanas, acerca tu oreja a mis suaves labios rosados.

Susurraré palabras tan rojas como la pasión y tan dulces como nosotros.

Te preguntaré si te sientes cómoda, si la almohada es de tu agrado o si quieres otra, si tienes calor… a mi lado.

Te preguntaré cómo estás y me responderás con un tono dulce, como nunca lo has hecho.

Escucharé tus respuestas y cada palabra que digas.

Realmente no quiero que dejes de hablarme. Nunca hagas eso.

Porque te escucho, recojo tus palabras, no temas que no estás hablando con el viento. Quizás sean un perfume, pero el perfume permanece, no se desvanece como el aire.

Te hablo por un oído y con la otra mano te lo tapo.

Lo enchufaré, porque al menos las palabras que te diré no saldrán del otro lado.

Ni siquiera saldrán de tu nariz o boca, si sucede, los recogeré y te volveré a meter dentro. Si se te escapan de la oreja, me los comeré y te lo diré una y otra vez.

No tienes obligaciones conmigo, olvídate de la palabra "debo / debo".

Mantén la calma entre estas sábanas, entre mis brazos, entre mi vida.

Tu sabes como soy, conmigo no hay problemas y nunca te enojas.

Llega al punto de absoluta serenidad donde abrazas las nubes para dormirte aún más tranquilo.

Tú que me dijiste que no sabes amar, que amas a tu manera, que nunca has podido hacerlo de verdad.

Tú que ahora me dices 'te amo', que alguna tarde o noche te sientes mal por mí porque no puedes tenerme en tus brazos.

El amor es esto también, ¿sabes? Sensación de un pequeño dolor en el estómago, en el corazón.

Pero es un dulce mal, que duele, pero en realidad pasa si sigues amando y esperando.

Me siento amado ahora, por ti. Como si nunca hubiera sentido amor dentro o dentro de mí.

Y ahora te estoy amando como nunca antes lo había amado. Amo fuerte.

Después de todo, yo también aprendí a amar contigo, créeme.

-Ahora no hables, escúchame.

No tienes que hacer nada por ahora.

Solo tienes que hacerte querer.

Y te lo digo al oído, mientras te beso. Te lo digo en tus mejillas, mientras juego con tu lengua y te la paso también en los dientes.

Te lo digo en tus ojos, en tu cuello y en tu frente. En tu tierna nariz y en tus poderosos hombros.

Les digo estas palabras en todas partes, en cada pliegue de su cuerpo, en cada agujero.

Tienes que entenderlo bien.

Quiero ver todo lo que dije en tus ojos.

Por lo tanto:

Déjate amar, yo te enseñaré, verás que aprendes.


- M.

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