EL PODER DE ESCRIBIR




Quienes conocen un lápiz saben que es parecido a una varita mágica, una batuta de director de orquesta y con la forma de un pararrayos, aunque más pequeño.

Es una herramienta poderosa, como las espadas de Guerra de las Galaxias, pero sin luz, y sin hacer daño; pero es poderosa.

Podría decirles que pueden contar lo que quieran, pero eso no ayuda, voy a dar ejemplos.

Con un lápiz se puede contar nuestra vida, igual a cómo es; o contarla tal como nos gustaría que fuera. Se pueden contar historias que vimos y que nos gustaron mucho, o que no nos gustaron nada: contarlas para no sentirnos solos con eso que vivimos.

Se puede inventar una historia que parezca real. Se puede inventar una donde todo es mágico y ocurren los fenómenos más imposibles.

Podemos contar chistes que hagan reír, o historias que sean tan tristes que hagan llorar.

Podemos intentar escribir historias para hacernos famosos, o para que nos miren con más respeto. Para llamar la atención de una chica o un chico en especial.

Podemos hacer una denuncia: “Tal persona miente” “Tal otra persona hace algo que está mal”. Y a eso se puede escribirlo con forma de cuento inventado, o directo, tal cual lo sabemos.

También se puede hacer una propuesta: “Me gustaría que…”

Podemos anotar una historia que nos contaron, así no se olvida más, o inventar una que diga todo lo contrario para reírnos de esa que nos contaron.

Podemos inventar un mundo en el que se cumplen todos nuestros deseos, o inventar una historia en la que vencemos nuestras dificultades.

Podemos tener nuestra propia voz, esto quiere decir que no vamos a decir lo que nos dicten sino lo que pensamos o sentimos. Eso nos obliga a descubrir nuestros pensamientos, a sostenerlos o cambiarlos.
“Nuestra voz” quiere decir: nuestra verdad, dicha con las palabras que encontramos. Es única, nadie la tiene por nosotros, se puede descubrir, mejorar y cambiar.

Al escribir nos gusta llamar la atención de los que nos van a leer, y que nos crean. Hay que aprender cómo: se puede aprender eso, y es divertido.

Nadie tiene la obligación de escribir, el que quiere puede hacerlo, y quien no lo desee no debe sentirse obligado.

Cuando escribimos podemos ser más libres y ser más fuertes. Sentirnos mejor con nosotros mismos. Tener más secretos y tener más amigos.

Es como ir en bicicleta: hay lugares en los que podemos ir con todo, y otros en los que hay que tener cuidado de no atropellar a nadie, o de que nos choquen. Con un lápiz pasa lo mismo.

Yo, Luis, escribo porque me divierte, también porque necesité contar cómo murió mi papá y cómo extrañé a mi mamá. Porque el amor me dio tal alegría que quise escribir. También porque me sentí tan confundido que necesité escribir para aclararme un poco. Porque siento que puedo ayudar, y porque me da mucho placer cuando se produce silencio ante una historia que leo. También porque me gusta mucho hacer reír. Escribo porque me siento más acompañado o menos triste, más fuerte, más claro, más poderoso.

 (Luis Pescetti).

Ilustración de Leandro Lamas

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