¿Cuándo cortar el contacto con una persona para siempre?
Cortar el contacto y la relación con una amistad, familiar o incluso una pareja nunca es fácil. Sin embargo, hay casos en que hacerlo no solo es recomendable, sino que es necesario. Analizamos esas situaciones.
¿Cuándo cortar el contacto con una persona para siempre? Admitámoslo, muchos nos hemos hecho esta misma pregunta más de una vez. En más de un momento nos encontramos en esa tesitura personal en la que alguien nos trae más problemas que alegrías. Hay quien, de pronto, es como la espina de un rosal, una figura que pincha, que hiere en medio de nuestro jardín de relaciones.
Hay quien no duda en reaccionar y sencillamente cierra la puerta a esa persona tras dejarle claro el desgaste hasta el que se ha llegado. Otros, en cambio, se alejan poco a poco, permitiendo que el vínculo se enfríe por sí mismo. Por otro lado, también están los que sencillamente cortan todo tipo de contacto y dejan que el silencio y la distancia actúen como evidente respuesta.
Todo es lícito y respetable. Sin embargo, hasta llegar a ese punto solemos debatirnos en las dudas y en los laberintos de la contradicción. Tememos hacer daño, nos inquieta generar dolor a personas que quizá llevan media vida a nuestro lado. Sin embargo, a pesar de ello, pesa más el dolor que nos generan y de ahí la importancia de tomar una decisión lo más acertada posible.
Analicemos seguidamente esta cuestión.
Malestar, cargos de conciencia, rumiación constante, indecisión… Pocas cosas son más problemáticas que darnos cuenta de que determinadas relaciones contaminan en exceso el ánimo. Son esas encrucijadas vitales en las que nos vemos obligados a decidir algo. ¿Debo alejarme para siempre de esta persona o debo quizá tener paciencia y entender que las relaciones, ya sean de amistad, familia o pareja son difíciles?
El campo de la psicología evolutiva nos aporta un dato interesante sobre este tema, sobre el que vale la pena reflexionar. Robin Dunbar es un antropólogo, psicólogo y biólogo evolucionista británico especializado en el área de las relaciones humanas. En uno de sus estudios, señala que el neocórtex evolucionó cuando empezamos a reducir el número de relaciones entre nuestros grupos sociales.
Como bien sabemos, durante mucho tiempo nuestros antepasados fueron nómadas. Esos grupos oscilaban entre los 150 y 200 individuos.
Ahora bien, poco a poco, ese número de personas se fueron reduciendo hasta crear unidades más pequeñas con que sobrevivir cazando o recolectando. La reducción de individuos minimizaba también los conflictos y se ganaba en interacción, armonía y supervivencia.
¿Qué podemos deducir de ello? A veces, menos es más. En el viaje de la vida siempre es bueno saber con quién contar y con quién no. Y el hecho de que sea así, no es ni bueno ni malo; forma parte de nuestra esencia, de nuestro principio de supervivencia y bienestar. Comprendamos por tanto cuándo cortar el contacto con una persona para siempre.
Contigo dejo de ser yo: relaciones en las que se disuelve tu identidad
A veces sucede. En ocasiones, mantenemos relaciones en las que el otro siempre es prioridad. Lo que quiere, piensa, necesita, opina o desea ese amigo, familiar o pareja es más importante.
Casi, sin saber cómo, acabamos disolviéndonos en esa figura ajena, hasta el punto de dejar de reconocernos a nosotros mismos. Algo así no es saludable ni recomendable. Poner distancia es la mejor solución.
Cuando siempre quieres algo a cambio de mí: la instrumentalización del vínculo
Si nos preguntamos cuándo cortar el contacto con una persona para siempre, el egoísmo es un elemento determinante. Percibir que siempre nos buscan, nos llaman o esperan de nosotros algo en concreto debe hacernos sospechar. Esto se da en prácticamente cualquier vínculo: amigos, familiares, compañeros de trabajo…
Hay personas que nos hacen cautivos de sus solicitudes y exigencias bajo la eterna frase de “yo lo haría por ti”. Pero tengámoslo claro, el afecto, el cariño y el respeto no exige. La reciprocidad parte de la libertad, del yo te doy tú me das, porque nos apetece y nadie nos lo impone.
Me haces daño y ya no puedo permitirlo: la herida del narcisismo
El narcisismo es esa sombra sibilina que a menudo se sitúa tras un compañero de trabajo, un amigo de infancia o un familiar cercano. Son figuras que van más allá del comportamiento egoísta: manipulan emocional y psicológicamente. Hacen uso del chantaje para tenerlos bajo control, buscan infravalorarnos para poder sacarse brillo a su autoestima.
Mantener durante un tiempo excesivo este tipo de relaciones puede aniquilar nuestro equilibrio psicológico. Una ruptura a tiempo nos puede mantener enteros.
Aparentas lo que no es: el falso afecto
Si me pregunto cuándo cortar el contacto con una persona para siempre, existe una referencia importante: el falso afecto. Hay figuras cercanas que distorsionan por completo lo que se supone es una amistad, una relación familiar o incluso de pareja. Porque quien te quiere, nunca haría uso de la mentira ni te decepcionaría de manera continuada.
El falso amor, como la falsa amistad, parte a menudo del miedo a la soledad. No importa que no te quieran; su angustia ante la idea de quedarse sin nadie les impulsa a seguir alimentando esa relación, aunque los sentimientos y los afectos no sean auténticos.
¿Cuándo cortar el contacto con una persona para siempre? Cuando tú y yo ya no somos los mismos
Las personas cambiamos. El tiempo nos hace madurar, orientarnos por otros intereses, avanzar hacia otros caminos e incluso por qué no, dejar de sentir el mismo afecto por quien antes parecía ser un pilar indiscutible en nuestras vidas. El amor se apaga y hasta hay amistades que se marchitan con los años. Sentir esto no es un acto de egoísmo o de traición, es asumir que los cambios suceden y que, como tal, hay que aceptarlos.
No podemos negar la evidencia. Cuando sentimos que ya no somos los mismos, que tanto nosotros como las otras personas han cambiado, lo mejor es asumir la realidad. Alimentar un vínculo que ya no es auténtico no tiene sentido y puede hacernos daño a ambas partes. Dejar ir a la otra persona será un acto de madurez y también de necesidad.
Para concluir, más allá de la dificultad de decir adiós, de poner distancia o de dejar enfriar esa relación, está nuestro bienestar. También el principio de ser coherentes entre lo que sentimos y hacemos. Pensemos en ello.
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