Estas aves duermen mientras vuelan y otras formas sorprendentes de sueño animal.



Un joven oso polar duerme

Un joven oso polar duerme con un poco de nieve sobre la nariz. Al igual que los humanos, la mayoría de los animales necesitan dormir, aunque tienen sus formas únicas de hacerlo.


FOTOGRAFÍA DE NORBERT ROSING, NAT GEO IMAGE COLLECTION

Para los humanos, el sueño es una necesidad, un misterio y un lujo. Se desconoce por qué lo necesitamos, pero lo hacemos, y una hora más o menos puede cambiar el día para bien o para mal.


La mayoría de los animales también duermen, dice Jerome Siegel, psiquiatra de la Universidad de California, Los Ángeles, pero de formas tan variadas como el propio reino animal. Estas variaciones incluyen duración y profundidad del sueño, e incluso cómo funciona en el cerebro.


Desde perros que sestean de vez en cuando a lo largo del día hasta delfines que duermen utilizando solo la mitad del cerebro, te contamos cómo duermen los animales.


Ciclos de sueño

Los humanos, como todos los grandes simios, tienen sueño monofásico, lo que quiere decir que dormimos en un intervalo largo durante un periodo de 24 horas. Bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes también construyen plataformas para dormir en los árboles, lejos de los depredadores y los insectos, una versión de una cama en la selva. Los gorilas duermen durante 12 horas, pero los orangutanes duermen en torno a ocho, como los humanos.


En algunos primates, como en la mayoría de los mamíferos, el sueño es polifásico, con varios periodos alternos de sueño y actividad en un ciclo de 24 horas. Los perros tienen ciclos de sueño y despertar de unos 83 minutos y por cada ciclo de 24 horas acumulan más de 10 horas de sueño.


El motivo por el que los grandes simios tienen periodos de sueño tan largos comparados con los periodos más cortos de los monos tiene que ver con esas plataformas de sueño. Los monos tienen que mantener el equilibrio en ramas duras donde el posible peligro u otros monos los despiertan fácilmente, lo que les resulta útil, pero no es bueno para el sueño prolongado.


Cuando los simios empezaron a crecer, las ramas donde antes dormían ya no podían sostener su peso, así que empezaron a construir algo que lo hiciera. El hecho de poder tumbarse alejados de los peligros de los depredadores y otras distracciones les permitía dormir durante más tiempo, de forma más segura y profunda. Un estudio de 2015 demostró que los orangutanes duermen mejor que sus parientes, los babuinos. Según el estudio, las capacidades cognitivas de los simios pueden mejorar al día siguiente de ese sueño más largo y profundo.


Dormir con medio cerebro

Por su parte, los delfines pueden mantenerse alerta con la mitad del cerebro mientras la otra mitad se sume en un sueño profundo. Esto permite a los delfines dormir con un ojo abierto en caso de que aparezcan depredadores.


«Los delfines permanecen alerta las 24 horas del día durante toda su vida, básicamente», dice Siegal.


Este patrón de sueño —que los delfines comparten con otros cetáceos, manatíes, otarios y algunas aves— se denomina sueño unihemisférico de ondas lentas, un estado de sueño profundo en el que no hay sueño con movimientos oculares rápidos, o REM, por sus siglas en inglés.


El sueño REM es la fase del sueño en la que el cerebro se encuentra más activo, la respiración se acelera y la mayoría de los músculos se quedan temporalmente paralizados. La importancia del sueño REM ha sido una cuestión de debate científico respecto al papel que desempeña en la memoria y el aprendizaje. David Raizen, neurólogo de la Universidad de Pensilvania, dice que los delfines son muy inteligentes, pero posiblemente nunca tengan sueño REM, porque si experimentaran la misma parálisis muscular que los animales terrestres se hundirían hasta el fondo del océano y se ahogarían.


Siegel señala que, si los delfines solo duermen con un hemisferio del cerebro cada vez, esto suscita la pregunta: «¿Significa eso que están dormidos o despiertos? Aquí no hay una respuesta sencilla».


Algunas aves también vuelan mientras duermen con un hemisferio del cerebro.


 


Las fragatas vuelan durante meses sobre el océano y pueden dormir de forma normal y utilizar la mitad del cerebro al mismo tiempo para dormir cuando planean o se alzan. Solo duermen cuando están en corrientes de aire ascendentes, que permiten que ganen altitud e impiden que caigan al agua durante los intervalos de sueño total de 10 segundos durante el vuelo. En tierra, duermen durante unas 12 horas al día en intervalos de un minuto.


Los lobos marinos también duermen con un hemisferio del cerebro mientras nadan, pero en tierra regresan al sueño bihemisférico, durmiendo con todo el cerebro, como los humanos.  


¿Necesitan dormir los animales?

El tiempo de inactividad de los animales tiene lugar de muchas formas, pero la definición clásica de sueño es «un periodo de actividad y capacidad de respuesta reducidas, que es reversible rápidamente», dice Siegel, y que requiere un sueño de recuperación si se produce un déficit.


Esto último «no se aplica a todos los mamíferos a nivel universal», dice Siegel. Los lobos marinos duermen mucho menos cuando están en el agua, pero no parecen necesitar dormir al volver a tierra.


En cambio, las moscas de la fruta necesitan dormir, dice Raizen. Pueden dormir durante 12 horas seguidas en total oscuridad. Si están privadas de sueño, duermen más tiempo en su siguiente ciclo de sueño y también «se reduce su impulso y éxito reproductivo», explica Raizen. Tanto las moscas como los mamíferos que no duermen bien presentan un peor rendimiento en tareas de aprendizaje, aunque un estudio de 2019 demostró que la privación extrema del sueño no cambia la tasa de mortalidad.


Raizen explica que la necesidad de recuperar sueño indica homeostasis, un sistema que mantiene su propio equilibrio, que fortalece la idea científica prevaleciente de que el sueño es algo necesario para los animales.


Pero no todo el mundo está de acuerdo, indica Raizen. Por ejemplo, los murciélagos marrones duermen más tiempo que ningún otro animal, con un total de 20 horas de sueño en un ciclo de 24 horas. Pero no lo hacen por necesidad.


«Los murciélagos se alimentan de mosquitos y quizá los mosquitos solo salgan durante cuatro horas al día», afirma Raizen. «El resto del tiempo, no hay motivo para que el murciélago esté despierto, así que duerme para conservar energía».


Sueño, descanso e inactividad

La reactividad reducida —como esa franja de tiempo en la que ignoras el despertador— es la diferencia entre el sueño y el descanso, la quiescencia o la simple falta de movimiento en algunos animales.


«Si estás dormido y alguien susurra tu nombre, no respondes», dice Raizen, mientras que los animales que están en estado de reposo responden a los estímulos más rápidamente.


Se ha descubierto que las medusas invertidas atraviesan un estado de quiescencia por la noche. Su umbrela pulsa a un tercio de la frecuencia con la que pulsa durante el día, no reaccionan tanto a los estímulos y muestran un descenso de un 17 por ciento en la actividad cuando se quedan despiertas por la noche.

Un leopardo hembra


La hibernación es un estado de inactividad y tasa metabólica reducida que los animales adoptan para sobrevivir al frío invierno. Esta y otras formas de descanso a largo plazo no son el sueño tal y como lo concebimos. Están relacionados con la temperatura y los cambios ambientales como la falta de comida.


Para conservar energía en condiciones extremas, algunos animales atraviesan torpor o letargo, un estado de sueño profundo que dura menos de 24 horas y en el que descienden la temperatura corporal y la tasa metabólica. El pulso del colibrí gorjiazul puede desplomarse de más de 1200 latidos por minuto a solo 50 durante el torpor. Los colibríes entran en torpor para sobrevivir y conservar la energía durante los meses de invierno.


La estivación es un periodo de latencia o torpor que ocurre como respuesta a un periodo prolongado caluroso o seco. El Protopterus annectens, un pez de África Occidental, segrega mucosidad y forma una especie de crisálida a su alrededor antes de enterrarse en el suelo para la estivación, construyéndose un hábitat seguro para esperar a que pasen los periodos calurosos, cuando se secan los estanques donde viven.


Equilibrio entre vida y sueño

Puede que el sueño no parezca el uso más seguro o idóneo del tiempo de un animal, un tiempo que podrían pasar comiendo o vigilando por si aparecen depredadores. Pero Siegel afirma que, en el mundo natural, «lo único que tienes que hacer es transmitir tus genes».


Los animales suelen reproducirse en estaciones específicas y no se reproducirían más si estuvieran despiertos todo el tiempo. La mejor forma de que algunas especies aseguren que sus genes continúen es protegerlos y permitir la supervivencia de sus crías. Siegel explica que el sueño ayuda a los animales a hacerlo.


«Sin duda, si los humanos nos quedáramos despiertos toda la noche para proteger a nuestros recién nacidos, sería un poco más seguro», afirma. «Pero necesitaríamos más energía para alimentar nuestros cerebros y corazones y, a largo plazo, eso afectaría negativamente nuestra supervivencia y la supervivencia del bebé. Y eso ocurre con la mayoría de las especies».


Además, normalmente los animales tienen sitios seguros donde dormir, «pero los que no, como los grandes herbívoros, no duermen demasiado ni tan profundamente como los humanos».


Los grandes herbívoros como los elefantes y las jirafas también necesitan alimentarse tanto que solo duermen durante dos horas cada noche.


«Si las jirafas durmieran como nosotros, en decúbito prono e inconscientes, no habría jirafas», afirma Siegel.


Las cigarras que salen a la superficie cada 13 o 17 años son un gran ejemplo del éxito de una especie, dice Siegel. Pasan la mayor parte de sus vidas enterradas y hay millones de ellas.


«Todo lo que determina la supervivencia es cuántas crías tienes que sean capaces de tener sus propias crías, no cuánto tiempo pasas despierto», afirma. «Hay una cantidad óptima para cada especie dependiendo del nicho ecológico que llenen».


Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

www.nationalgeographic.es

Comentarios