Señales.


El único sobreviviente de un trágico naufragio llegó nadando a duras penas hasta la playa de una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando la soñada ayuda, pero pasaban los días, las semanas, y ésta no parecía llegar.

Muy cansado y vapuleado por la naturaleza del lugar, finalmente optó por construirse algo parecido a una cabaña de madera para protegerse del clima, de los animales, de los insectos y también para almacenar y proteger sus escasas pertenencias.

Trabajó muy duro en ello, porque no contaba con las herramientas necesarias, pero con empeño, ingenio y dedicación, logró terminarla en un par de meses.

Entonces, un día, después de recorrer durante muchas horas la isla en busca de alimentos, cuando regresaba a su refugio encontró a su pequeña cabaña de madera totalmente envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo.

Lo peor había ocurrido, lo había perdido todo otra vez.

Quedó anonadado de tristeza y rabia.

"Dios, ¿Cómo pudiste hacerme esto?",

se lamentaba una y otra vez.

"No puede ser!".

De tanto quejarse y lamentarse, terminó extenuado, y se quedó dormido sobre la arena.

Sin embargo, al amanecer fue despertado por el sonido de la sirena de un barco que lentamente se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.

"¿Y cómo supieron que estaba aquí?", preguntó el abatido náufrago a sus rescatistas.

"Ayer vimos tus señales de humo", contestaron ellos.

Todo ocurre para algo.

  Fabian Ariel Motta


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