Me estoy desmoronando.

 


Yo:      Hola Dios.

Dios:  Hola ...

Yo:      Me estoy desmoronando.  ¿Me puedes volver a armar?

Dios:  Preferiría no hacerlo.

Yo:      ¿Por qué?

Dios:  Porque no eres un rompecabezas.

Yo:      ¿Qué pasa con todas las piezas de mi vida que se caen al suelo?

Dios:   Déjalos allí por un tiempo.  Se cayeron por una razón.  Déjalas estar allí un rato y luego decide si necesitas recuperar alguna de esas piezas.

Yo:      ¡No lo entiendes!  ¡Me estoy rompiendo!

Dios:   No, tú no entiendes.  Estás trascendiendo, evolucionando.  Lo que sientes son dolores de crecimiento.  Estás desprendiéndote de las cosas y las personas en tu vida que te están reteniendo.  No se están cayendo las piezas.  Las piezas se están poniendo en su lugar.    Relájate.  Respira profundamente y deja que esas cosas que ya no necesitas se caigan.  Deja de aferrarte a las piezas que ya no son para ti.  Deja que se caigan.  Déjalas ir.

Yo:      Una vez que empiece a hacer eso, ¿qué me quedará?

Dios:   Solo las mejores piezas tuyas.

Yo:      Tengo miedo de cambiar.

Dios:   Te sigo diciendo: ¡NO ESTÁS CAMBIANDO!  ¡ESTÁS CONVIRTIÉNDOTE!

Yo:      ¿Convirtiéndome, en quién?

Dios:   ¡Convirtiéndote en quien yo creé para que fueras!  Una persona de luz, amor, caridad, esperanza, coraje, alegría, misericordia, gracia y compasión.  Te hice para mucho más que esas piezas superficiales con las que has decidido adornarte y a las que te aferras con tanta codicia y miedo.  Deja que esas cosas se te caigan.  ¡Te amo!  ¡No cambies!  ¡Conviértete! ¡No cambies!  ¡Conviértete!  Conviértete en quien quiero que seas, en quien creé.  Voy a seguir diciéndote esto hasta que lo recuerdes.

Yo:       Ahí va otra pieza.

Dios:   Sí.  Deja que sea así.

Yo:       Entonces ... ¿no estoy roto?

Dios:    No, pero estás rompiendo la oscuridad, como el amanecer.  Es un nuevo día.  ¡¡Conviértete!!  ¡¡Conviértete en quien realmente eres!!”


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