LA AHISTORICIDAD DEL RELATO DE BARRABÁS Y PONCIO PILATO.

 



En la festividad judía del Yom Kippur, el destino de dos machos cabríos representa la expiación los pecados de Israel.

La narración bíblica del ajusticiamiento público de Jesús, con la liberación del prisionero Barrabás, parece no ser una declaración histórica de los hechos, sino un creación literaria con gran contenido alegórico.


Para comenzar, leamos la historia como nos la presenta el evangelio de Marcos:


6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. 7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta. 8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. 9 Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? 10 Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. 11 Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás. 12 Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos? 13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale! 14 Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale! 15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.


Marcos 15:6-15

Sin duda, esto es un mito, no un hecho. Ningún magistrado romano dejaría en libertad a un rebelde asesino. Citando al investigador histórico David Fitzgerald: “Quizás la mayor dificultad histórica con la costumbre de liberar a un prisionero en la Pascua (Marcos 15:6)… es que no tenemos ninguna evidencia que corrobore que esta ‘costumbre’ alguna vez existió. Ni los judíos, ni los romanos, ni el propio Pilato tuvieron la costumbre de liberar a los prisioneros en la Pascua (o cualquier otro día).” (1)


A lo anterior, el erudito del Nuevo Testamento Bart Ehrman añade: “No solo no tenemos constancia de que [Pilato] liberase prisioneros una vez al año, o alguna vez en absoluto. Sabiendo lo que sabemos de él, parece completamente inverosímil. Debo señalar que no tenemos ninguna evidencia de que ningún gobernador romano, en ninguna parte, en ninguna de las provincias, haya tenido tal política.” (2)


Como vemos, la narrativa de la liberación de los prisioneros no es defendible históricamente. Más bien, parece obedecer a motivos teológicos propios de los evangelistas. Es más, una opinión común entre los expertos en temas bíblicos es que las figuras de Poncio Pilato y Barrabás fueron trastocadas o concebidas de novo por los evangelistas para construir un relato alegórico de la expiación de los pecados.


Sobre las discordancias entre la imagen bíblica de Pilato y otras descripciones históricas del personaje, la erudita Elaine Pagels señala, en El Origen de Satán (1996): “Marcos inventa, virtualmente, un nuevo Pilato: un debilucho bien intencionado que se preocupa por la justicia pero, como Marcos lo describe, es intimidado por los principales sacerdotes dentro de su propia cámara del consejo y por las multitudes que gritan afuera, de modo que ejecuta a un hombre que, sospecha, puede ser inocente. Otros escritores del primer siglo, judíos y romanos, describen a un hombre muy diferente. Incluso Josefo, a pesar de sus simpatías romanas, dice que el gobernador mostró desprecio por sus súbditos judíos, se apropió ilegalmente de fondos del Templo y reprimió brutalmente a las multitudes rebeldes. Otro observador contemporáneo, Filón, un miembro respetado e influyente de la comunidad judía de Alejandría, describe a Pilato como un hombre de ‘carácter despiadado, terco y cruel’, famoso por, entre otras cosas, ordenar ‘ejecuciones frecuentes sin juicio’.” (3)


Barrabás, por otro lado, luce como una invención literaria de los evangelistas. Bart Ehrman menciona que “fuera de estos evangelios, no tenemos evidencia de que existiera tal persona. En arameo, el nombre Bar-abbas significa, literalmente, ‘Hijo del Padre’. En algunos manuscritos del relato de Barrabás de Mateo, se le llama Jesús Barrabás.” (2) Aquí, Ehrman hace referencia a la Homilía Sobre el Levítico del teólogo cristiano Orígenes de Alejandría, en la que se atestigua que hay manuscritos griegos de Mateo que se leen de esa manera (Jesús Barrabás).


La importancia del nombre Barrabás (Hijo del Padre, en arameo) yace en su interpretación alegórica en la narrativa de la expiación de los pecados en el evangelio de Marcos. El historiador Richard Carrier revela el carácter metafórico del relato de Barrabás: “No existía la tradición de liberar a un prisionero, pero sí una venerable tradición hebrea en la que se basaba Marcos: el chivo expiatorio del Yom Kippur. La ceremonia [del ajusticiamiento de Jesús] emula tan obviamente el ritual judío del Yom Kippur (con su chivo expiatorio y la expiación) en un relato que, en realidad, trata sobre la expiación, que su estatus como mito alegórico es claro. Entonces, tenemos dos Hijos del Padre; uno es liberado entre la salvaje turba que contiene los pecados de Israel (asesinato y rebelión), mientras que el otro es sacrificado para que su sangre pueda expiar los pecados de Israel: el que es liberado lleva esos pecados literalmente; el otro, en sentido figurado. Esta es la ceremonia del Yom Kippur de Levítico 16 y el tratado del Mishná Yoma: cada año se elegían dos machos cabríos ‘idénticos’ y uno era liberado en la naturaleza con los pecados de Israel, mientras que la sangre del otro se derramaba para expiar esos pecados.” (4)


Volviendo al testimonio de Orígenes de Alejandría, el teólogo no solo da fe de que hay manuscritos griegos de Mateo que se leen de esa manera (Jesús Barrabás); él mismo hace la conexión entre Barrabás y el chivo expiatorio del Yom Kippur: “¡Verás! Aquí tienes al macho cabrío que es liberado vivo en el desierto, llevando en sí mismo los pecados de la gente que gritaba y decía ‘¡Crucifícale! ¡Crucifícale!’ Por lo tanto, es el macho cabrío liberado vivo en el desierto, mientras que el otro (es decir, Jesús) es el macho cabrío dedicado a Dios como sacrificio para expiar esos pecados, haciendo de sí mismo una verdadera expiación para los que creen.” (5)


De manera similar, el filósofo Jonathan M. S. Pierce, especialista en filosofía de la religión, ha examinado el relato de la ejecución de Jesús y ha concluido que se trata de una metáfora del Yom Kippur. Traduzco, a continuación, un extracto de su reciente artículo para Patheos:


«El Yom Kippur es una de las celebraciones judías anuales más populares, conocida como el Día de la Expiación (lo que debería despertar nuestro interés, al considerar que Jesús murió como [una forma de] expiación). El propósito era someterse a la purificación individual y colectiva mediante el perdón y el arrepentimiento de los pecados.


Antes de la destrucción del Templo de Jerusalén, se celebraba allí una ceremonia de sacrificio en la que participaba el sumo sacerdote. Esto implicaba confesar sus propios pecados, los de los sacerdotes y los de todo Israel. Se vestía de lino blanco e ingresaba en el Sanctasanctórum, algo que sólo se permitía en el Yom Kippur. Allí, rociaba la sangre del sacrificio y ofrecía incienso.


La clave de toda la ceremonia (en términos de mi análisis) es lo que sucedía después: se seleccionaban dos machos cabríos para dos resultados diferentes. Un macho cabrío (el “chivo expiatorio”), que llevaba simbólicamente los pecados de Israel, era conducido a la muerte en el desierto. El otro macho cabrío (el macho cabrío inmolado: el “macho cabrío para Yahvé”), era consagrado a Dios. Los machos cabríos debían ser muy parecidos, como gemelos: el mandamiento exigía que los dos machos cabríos fueran idénticos en apariencia, tamaño y valor. Se verían como gemelos (iguales por fuera) pero tendrían destinos diferentes.


Ha habido diferentes puntos de vista sobre qué chivo es representado por quién en el relato de la Resurrección, como discute Hans Moscicke en el excelente “Jesús Como Chivo del Día de la Expiación en la Reciente Investigación de los Evangelios Sinópticos”.


Se podrían presentar argumentos para apoyar que Barrabás fuera liberado por Pilato como chivo expiatorio, pero también que Jesús fuera el chivo expiatorio, cargando con los pecados de Israel. ¿Eran iguales Jesús y Barrabás, como machos cabríos gemelos? Moscicke detalla una evaluación que incluye:


“Incluso si no se confía en la afirmación de Orígenes (sobre Mateo 27:16-18) de que algunos [manuscritos] de San Mateo en su época leían ‘Jesús Barrabás’ en contraposición a ‘Jesús llamado Cristo’, aquí hay una coincidencia de nombre muy singular entre los dos. Barrabás, hijo del Padre [traducción del nombre en arameo], se sitúa en una notable antítesis con el Hijo del hombre, que reclamaba a Dios como su Padre.


De hecho, el análisis muestra el interés de Mateo por los libros sagrados y las costumbres judías, de manera que la narración sigue el Yom Kippur como tal:


A – Hay dos sujetos (los dos chivos y los dos prisioneros; Mt. 27: 17,21)

B – Uno de los sujetos es liberado y el otro es condenado a muerte (Mt. 27: 26)

C – Los dos sujetos son contrapartes exactas el uno del otro (Mt. 27: 16,19)

D – Ambos sujetos son similares en apariencia (Mt. 27: 16-17)

E – Ambos rituales incluyen una confesión y transferencia del pecado (Mt. 27: 24-25)”


Aunque el erudito bíblico John Dominic Crossan tiene una visión ligeramente distinta de la interpretación del Yom Kippur a través del relato de la Pascua, Moscicke presenta el análisis de Crossan sobre el desarrollo del relato de la Pascua, y creo que es absolutamente acertado:


“Crossan sostiene (1985: 125-81; 1988: 156-157; 1991: 375-376) que la tradición de la Pasión evolucionó a través de tres etapas principales: (P1) la pasión histórica, (P2) la pasión profética y (P3) la pasión narrativa. Durante P1, Jesús fue crucificado, pero sus primeros seguidores no conocían los detalles de su ejecución. Durante P2, los discípulos de Jesús interpretaron el significado de su muerte a la luz del Antiguo Testamento, pero lo hicieron sin referencia a los detalles particulares de los acontecimientos de la Pasión. Durante P3, los seguidores de Jesús organizaron este complejo conjunto de textos de las escrituras en una narración coherente y secuencial, refinando y aumentando el relato con detalles históricos verosímiles.”


Y esto es lo que vemos en el embellecimiento, junto con el aumento de la complejidad teológica, de los Evangelios. Creo que la narración fue creada y/o moldeada eventualmente para ajustarse a las agendas teológicas deseadas por los diferentes autores.»


Pierce culmina su artículo señalando que el proyecto de los autores bíblicos parece haber sido desarrollar una nueva teología y transmitirla efectivamente a su audiencia. Con este propósito, escribieron un relato que se ajustaba y evocaba esa particular teología. Pero, como subraya el filósofo, es teología, no historia.

Fuente:lascartasdeiblis.home.blog

Traducción: José Luis Huerto Aguilar


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