Se ha puesto de moda referirse a las fobias

 



Se ha puesto de moda referirse a las fobias. Es un término que parece dar una cierta  autoridad a quienes lo usan.


Los humanos de influencia occidental,  adiestrados en la posmodernidad y en el relativismo  ya no intentamos  buscar el sentido de las cosas, ni de las modas, ni mucho menos  de las palabras.  Nos lo construyen todo para el consumo  aquellos que sí piensan, crean y dirigen el mundo y tienen el poder sobre las palabras.  También existen otros agentes diversos  y algunos profesionales de la publicidad convertidos en los  nuevos filósofos que además de sus reclamos publicitarios,  aparecen en programas de amplia audiencia en las televisiones y los medios de comunicación como grandes analistas sociales, creadores de opinión.


Se trata de vender  palabras, memes y eslóganes pegadizos y directos a la emoción, al cerebro primitivo que sustituyan al sentido común y propicien la respuesta emocional rápida y que se espera de la  población.   Introducen ingeniería social para provocar los cambios en las conductas que se pretenden, habitualmente dirigidas a vender  estilos de vida,  productos  y, en general,  la  ideología de los poderosos.  Usan neolenguaje para despreciar y estigmatizar  a quienes piensan y argumentan de forma diferente a lo esperado, eso sí, siempre en nombre  de la defensa de los derechos humanos y la libre expresión,  pero con  una clara finalidad represiva y de agresión. Se fabrican términos ad hoc, para clasificar, denigrar, afrentar con un solo vocablo, como  sucede también  por ejemplo con el término Terf, otra palabra inventada para el insulto y la agresión a las feministas.


Después de décadas de vendernos libros de autoayuda y de  pseupsicología de   la felicidad de bolsillo de usar y tirar, algunas categorías diagnósticas usadas por la medicina y la psicología, como la fobia, se han puesto de moda.  Sirven para enviar  un ataque rápido y estigmatizador a las personas que piensan diferente, aunque nadie en realidad conozca su significado real ni se aplique correctamente.


Estos neolenguajes  eliminan rápidamente la incertidumbre, las dudas o cualquier contradicción que pudiera incitarnos a una actividad humana ya antigua, como es el pensar.


Estos neolenguajes  eliminan rápidamente la incertidumbre, las dudas o cualquier contradicción que pudiera incitarnos a una actividad humana ya antigua, como es el pensar. Nos libran de  utilizar esa  parte del cerebro relativamente  nueva que es el neocórtex,  que  nos permite crear pensamiento lógico y usar la facultad de razonar. Al ser una parte del cerebro relativamente nueva en la especie,  no se espera que sea demasiado utilizada. Los agresores cumplen su cometido estableciendo una especie de falso consenso.


Pensar exige esfuerzo. La reflexión sobre nosotros mismos, los demás o sobre  la realidad, no está en absoluto de moda en las sociedad posmoderna que se  caracteriza por asegurarnos  que la realidad no existe.  Pensar lógicamente o racionalmente  requiere trabajo intelectual y mucha honestidad.  Actualmente se está convirtiendo en un acto prácticamente  de rebelión y valentía, ante los policías del pensamiento débil.


La palabra transfobia, la han puesto de moda los ideólogos de las corrientes transgeneristas o seguidores de las doctrinas queer.  La repiten como insulto y grito de guerra sus creyentes y  militantes  para señalar y acusar a las feministas que se atrevan a decir  que:


El sexo biológico existe. Es observable y se manifiesta a través de sus efectos biológicos y sociales, que también son observables.

Sexo no es género. Género es la categorización que reciben los roles  asignados a cada uno de los sexos biológicos  en la sociedad. Son roles cultural y políticamente creados que distinguen y separan lo masculino y lo femenino.

El género es opresivo,  específicamente para las nacidas mujeres en prácticamente todas las culturas  y sociedades humanas.

Se llama  patriarcado a  un complejo sistema de dominación política, cultural y material de un sexo sobre el otro, donde los roles masculinos prevalecen sobre los femeninos.  Los efectos de esa desigualdad de poder son también dramáticamente observables en la vida de las mujeres.

Los militantes de las corrientes ideológicas o doctrinas queer, llaman transfóbicas a las feministas.  Aseguran que el sexo biológico no existe y reivindican que según sea el propio deseo y por autodeterminación individual, se pueda cambiar a voluntad,  exigiendo el reconocimiento social y legal de su elección sin necesidad de ningún otro requisito.


Para los seguidores de la doctrina queer los cerebros son de manera natural  rosas o azules,  dogma o mito patriarcal contra el que las feministas han luchado siempre. Eso sí, las feministas lo han hecho  gracias a usar el neocortex que les permite analizar la realidad y señalar la evidencia de la ancestral  opresión  patriarcal contra las nacidas mujeres.


El patriarcado mata, violenta  y oprime a través del género y de todo un sistema de machismo estructural y misógino. El objetivo de la lucha feminista no es afianzar el patriarcado a través de los roles de género marcados a sangre y fuego. Nunca se ha reivindicado en toda la historia del feminismo  la identidad  de género.  Al contrario,  se ha combatido por generaciones.  Las feministas que no aceptan reivindicar los roles de género son insultadas llamándolas transfóbas, terfs y otras palabras  mucho más sonoras. También  son agredidas físicamente.


El dogma queer se presenta entonces para las feministas como una corriente ideológica retrógrada, una doctrina a la que se suman  también  de manera evidente y entusiasta algunos  hombres con filias.


La ginefilia es una clasificación descriptiva que  define a los hombres atraídos por la feminidad, es decir por el género asignado socialmente a las mujeres. La ginefilia  es  una categoría psicológica que sin embargo no está de moda como insulto a diferencia del uso de  la palabra  transfobia. Sin embargo la ginefilia existe, está documentada y tiene efectos observables en la vida de algunos hombres.


La ginefilia  es  una categoría psicológica que sin embargo no está de moda como insulto a diferencia del uso de  la palabra  transfobia.


La Disforia de género es el malestar que se produce en las personas que no se  identifican con los roles asignados a su sexo biológico, ni tampoco con sus características sexuales.  Ha dejado de tener connotaciones psicopatológicas  y por tanto no se trata  de ningún insulto ni puede usarse como tal. Está reconocida socialmente y se protege legalmente a las personas que presentan este malestar. Por tanto resulta evidente que no es a las personas con disforia a quienes los ideólogos, grupos de interés y los seguidores  queer quieren defender.


Se trata de perpetran un nuevo ataque al feminismo. La queerinquisición nos impone el insulto y los dogmas  para que seamos incluso  castigadas por  delitos de odio, acusando de transfobia a las personas que no piensen como ellos. En nombre de los derechos humanos pretenden ampliar todavía  un poco más los derechos de los hombres, tanto a nivel social como legal  empleando para ello  un alto grado de misoginia y violencia contra las mujeres y lo más grave, apoyados por las instituciones patriarcales y los partidos políticos, como hemos visto recientemente en el Congreso de los Diputados.


Habrá que reflexionar  seriamente cuales son los beneficios políticos y directos que se persiguen con esta nueva religión queer y si lo que se pretende en el fondo no es más que ampliar y afianzar de nuevo el poder de los hombres y del patriarcado sobre las mujeres y sobre las feministas que lo denunciamos.  Tal vez estamos ya como muchas señalan,  ante  una nueva caza de brujas  trasladada a esta época posmoderna, ante  la cual las mujeres, pero también las feministas, debemos presentar fuerte  resiliencia,  y estar convenientemente prevenidas y organizadas.

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