LA PRINCESA PROMETIDA (William Goldman).


«- ¿Es que no entiendes nada de lo que está pasando?

Buttercup meneó la cabeza.

Westley también sacudió la cabeza y le dijo:

- Supongo que nunca has sido la más brillante.

- ¿Me amas, Westley? ¿Es eso?

No podía dar crédito a sus oídos.

- ¿Que si te amo? Dios mío, si tu amor fuera un grano de arena, el mío sería un universo de playas. Si tu amor fuera…

- Oye, la primera no la he entendido bien, lo interrumpió Buttercup. —Comenzaba a entusiasmarse. Vamos a ver si me aclaro. ¿Estás diciendo que mi amor es del tamaño de un grano de arena y que el tuyo es esa otra cosa? Es que las imágenes me confunden tanto que... ¿Es tu universo de no sé qué más grande que mi arena? Ayúdame, Westley. Tengo la impresión de que estamos al borde de algo tremendamente importante.

- Durante todos estos años he permanecido en mi choza por ti. He aprendido idiomas por ti. He fortalecido mi cuerpo porque creí que podría halagarte un cuerpo fuerte. He vivido toda la vida rogando por que llegase el día en que te fijaras en mí. En estos años, cada vez que posaba en ti mis ojos, el corazón me latía desbocado en el pecho. No ha pasado ni una sola noche sin que me durmiera viendo tu rostro. No ha pasado ni una sola mañana sin que tu imagen aleteara tras mis párpados al despertar... ¿Has logrado entender algo de lo que acabo de decirte, Buttercup, o prefieres que siga?»


Ilustración de Isabel Vílchez Miguel 


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