EL VIENTO DE LA LUNA (Antonio Muñoz Molina)



En las mañanas de primavera, mi madre sube a despertarme antes de las ocho y abre de par en par el balcón por el que entran en una ancha oleada la luz del sol y el fresco matinal. Abre el balcón y hace ademán de retirarme la ropa de la cama para que no vuelva a dormirme, y trae con ella una energía jubilosa que es la del día intacto y recién comenzado.


«Las mañanicas de abril

son gustosas de dormir,

y las de mayo

cuento y no acabo».


Cada año vuelve ese refrán, tan infaliblemente como el sol rubio y oblicuo listando el dormitorio a través de las láminas de la persiana y como los silbidos y los aleteos de las golondrinas en el nido de barro bajo el alero del balcón. Es la dulzura del fin de curso próximo, del verano largo y anunciado...


Ilustración (con fines representativos) de Jill Calder 


Comentarios