Eres hijo de la vida y de la muerte.



 Eres hijo de la vida así como lo eres de la muerte. ¿A qué le temes? Al nacer, ella - la vida- encomienda nuestro pequeño ser al padre que es eterno, y se convierte en el guía que cuida nuestros pasos buscando solo liberarnos del dolor. Vida y muerte, nuestros padres imperecederos. ¿Qué diferencia hay entre un ataúd y un cunero? Hay más similitudes de las que hemos imaginado: protección, descanso, sueños que no son sueños sino todo lo contrario; la mente del Increado tomando un descanso, inhalando la pausa que yace en el vacío de la respiración, en ese pequeño segundo donde reside más la luz sin apartarse de la sombra. El hijo de la trascendencia, del cambio de la forma, del alma que es color, de la visión que sólo contempla sin emitir una emoción o un tonto juicio que nos separa de la creación. Hijo de la muerte, hijo de la vida... Una mano va tomada de la luz, la otra va afianzada de la oscuridad. Un sendero dual, la voz y el silencio, el sol y la luna, el cielo y la tierra. Padre, Madre. Útero y semilla. Cada día perfumados del aliento de la acción, cada día envueltos en la emancipación de las órbitas vacías de quien nos mira a todas horas, de quien va sostenido a nuestra espalda, esa presión que de repente percibes en tu cama... De esos negros ojos donde el universo se refleja. Qué belleza ser hijo de los dos.

-Nékir. Padre y madre. Muerte y Vida.

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