Lubna impulsó la Biblioteca de Medina Azahara con unos 400.000 volúmenes en el siglo
Lubna, Obra de J. L. Muñoz, en la Casa de Sefarad de Córdoba
Hija de esclavos cristianos, su cerebro privilegiado la llevó a adquirir la libertad y ser la secretaria y escriba personal de Alhaken IISe suele decir que detrás de un gran hombre hay siempre una heroína inmensa que lo lleva en volandas en pos de su sueño hasta conseguirlo. También se puede decir lo mismo de una ciudad, que llega a ser renombrada por la cantidad de mujeres que la sociedad ha permitido que destaquen o bien no ha podido impedir que sobresalgan por su tesón, inteligencia y luz propia para rasgar cualquier rasgo de oscura imposición patriarcal de las cosas.
En Córdoba hubo mujeres que hicieron de la ciudad un lugar de ensueño para vivir y cultivarse, y cuantas más salgan a la luz más va a demostrar esta capital su apertura de mente, su sensibilidad cultural y su destello social para tocar pronto elevadas metas aún por alcanzar.
Una de esas épocas gloriosas fue la del califa Alhaken II, un buen defensor de la cultura en su más amplio sentido de la palabra, hasta el punto de que en su reinado hubo en algunos arrabales de la ciudad más de 170 mujeres letradas encargadas de copiar libros. Todo un ejemplo del papel que cumplían las mujeres cultivadas en la Córdoba de ese califa.
Es el siglo X. La capital del mundo contaba con más de 200.000 casas, unas 600 mezquitas y escuelas infantiles, más 80 escuelas de enseñanza superior, 900 baños públicos y 50 hospicios, luz en las calles y alcantarillado. Las bibliotecas también cobraron su importancia, especialmente la de palacio, que llegó a contar con medio millón de volúmenes, que se dice pronto, en una época de plenitud de Córdoba en la que la producción anual de libros rondaba los 80.000.
Pues bien, quien los gobernaba y gestionaba era una mujer, la conocida como Lubna de Córdoba o de Medina Azahara, porque se crió y creció en la ciudad palatina de Abderramán III.
De ella se dice que nació en el seno de una familia cristiana esclava que trabajaba en el palacio y que su nombre alude a su procedencia, ya que las esclavas solía tener nombres de objetos o sentimientos agradables, como Maryan (Coral), Qamar (Luna) o Lubna (Árbol del paraíso que produce una leche dulce).
A pesar de ello, pronto destacó por su inteligencia, y consiguió un puesto de copista, llegando, así, a ser la organizadora de la biblioteca palaciega. Era experta en gramática, caligrafía, cálculo, geometría y métrica árabe, escribió también poesías en las que relataba su vida en el palacio y su brillante cerebro le valió la libertad. Finalmente, llegó a ser nombrada secretaria personal y escriba particular de Alhaken II, por lo que más de algún escrito oficial del califa sea de su puño y letra.
No se limitó a la vida de palacio y junto al hebreo Hasday ibn Shaprut impulsó la creación de la famosa biblioteca de Madinat al-Zahra, que contaba con tratados de Hipócrates, Galeno, Ptolomeo o Aristóteles. Además, llegó a fundar una escribanía y talleres de encuadernación donde trabajaron numerosas copistas.
En ella trabajó mano a mano con el eunuco Talid, a cuyas órdenes trabajaban copistas, encuadernadores e iluminadores, así como una serie de eruditos encargados de la corrección de las copias. Luna llegó a realizar tareas de copista, crítica y conservadora, por lo que era la encargada de hacer anotaciones y reseñas, e ideó un novedoso y eficaz sistema de clasificación para los volúmenes.
Esta mujer no se quedó quieta y viajó por Oriente Medio en busca de volúmenes para ampliar la biblioteca califal. Estuvo, de hecho, en El Cairo, Damasco y Bagdad, y tradujo algunos de esos volúmenes, ya que contaba con amplios conocimientos de griego, latín y hebreo.
Tenía tiempo también de enseñar a los niños y niñas de Córdoba, que se dice la seguían mientras recitaban las tablas de multiplicar hasta llegar a las puertas del Alcázar.
Tal era su amor por la literatura a la que mantenía ligada su vida que cuando Almánzar llegó al poder a la muerte de Alhaken II algunos de los libros fueron quemados por el nuevo califa con el fin de tranquilizar a los alfaquíes que pensaban que en la biblioteca existían muchas obras heterodoxas (obras que trataban temas de filosofía, astronomía o religión). El resto de la biblioteca desapareció cuando los berberiscos tomaron Córdoba, aunque muchos de los libros fueron a parar a manos de diferentes bibliófilos.
Para Lubna fue motivo suficiente como para abandonar su querida Córdoba natal para refugiarse en Carmona donde murió en el año 984.
Sobre Lubna, el historiador Ibn Bashkvl dijo que "dominó la escritura y la ciencia de la poesía, y su conocimiento de las matemáticas fue amplio y grande; ha dominado muchas otras ciencias, y no había nadie más noble que ella en el palacio Omega".
Por cierto que ahora da nombre a la antigua Avenida Periodista Quesada Chacón rebautizada como Escriba Lubna.
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