Lo importante no es lo que han hecho de nosotros.

 



Es tiempo de dejar de culpar a nuestros padres, al mundo, a la vida, a Dios, de nuestra situación, de nuestros actos, de nuestras desventajas ante la vida; de cómo vivimos, de lo que hacemos, de nuestros tropiezos. Es tiempo de hacernos responsables de lo que somos, de lo que elegimos ser, y con eso, vivir mejor.

Asumamos las consecuencias de nuestros actos rutinarios y desmedidos. Nuestros padres, el mundo, la vida y Dios ya tienen sus propios problemas.


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