La brillante historia del .
Desde los rollos egipcios hasta los libros electrónicos
Por Sofia Vargas. 30 de abril de 2020
Rogier van der Weyden, “La Magdalena leyendo”, Los libros ocupan un lugar muy especial en la historia. Presentes desde la antigüedad, su contenido nos ofrece una mirada al pasado, ya sea a través de crónicas de eventos actuales, documentos de figuras históricas o simplemente contando historias. Sin embargo, lo que encontramos entre sus páginas no es lo único que puede ofrecernos una lección de historia. De hecho, examinar a los libros como objetos en sí mismos puede ser igualmente esclarecedor.
Aquí exploraremos la historia del libro. A medida que hojeamos sus comienzos en la Antigüedad, sus capítulos más modernos, y todo lo que hay en medio, es probable que obtengamos una nueva apreciación de este objeto milenario.
Echa una hojeada a la fascinante historia del libro.
ROLLOS DE PAPIRO
Escultura con un rollo de papiro
Escultura de escriba egipcio, entre 1295 y 1069 a.C. (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
El primer precursor del libro se remonta al Antiguo Egipto. Durante la Quinta Dinastía (2563 – 2423 a.C.), los egipcios comenzaron a emplear el tallo del papiro, una hierba acuática, como una forma temprana de papel. Las gruesas hojas tejidas con este material orgánico ofrecían una superficie de escritura ideal para tintas y pigmentos especiales. Usando una pasta de harina, también podían unirse para formar un pergamino, o una colección de páginas enrolladas.
Aunque los pergaminos sin duda mejoraron los antiguos métodos de documentación, su orientación vertical y la necesidad de ser desplegados dificultaban su manejo. Por eso, siglos más tarde, los romanos rectificarían estos problemas con un nuevo prototipo.
CÓDICES ROMANOS
Códice romano
Mujer sosteniendo tabletas de cera en forma de códice, pintura mural en Pompeya, antes de 79 d.C. (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
En el siglo I, los romanos hicieron historia—y solo tuvieron que girar el pergamino. Al darle a sus folios una orientación horizontal y posteriormente doblarlos, inventaron el códice. Eventualmente, los romanos usaron este modelo de base para reemplazar los característicos pliegues de los códices con cortes, encuadernando las hojas dentro de una portada y una contraportada.
Hoy, estas adaptaciones son consideradas los primeros libros de la historia.
MANUSCRITOS MEDIEVALES
Manuscrito iluminado
Zanobi Strozzi, “Libro de horas para el uso de Roma” ca. 1445 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
En la Edad Media, el códice alcanzó nuevas alturas con la proliferación del manuscrito ilustrado. Se trata de un libro cuyas páginas de pergamino están adornadas con pequeñas ilustraciones, bordes intrincados y otros elementos decorativos. A menudo hallados en textos religiosos, estos deslumbrantes detalles tenían el propósito de “marcar pasajes importantes, o realzar o comentar el significado del texto”.
Estas obras ornamentadas se hacían totalmente a mano, diferenciándolas de los cada vez más populares libros impresos de la época.
LIBROS XILOGRÁFICOS
Sutra del Diamante
Sutra del Diamante, 868 d.C. (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])
Cuando hablamos de xilografía, seguramente te vienen a la mente imágenes de las famosas estampas japonesas. Sin embargo, antes de que los artistas japoneses crearan sus “pinturas del mundo flotante”, los monjes del siglo IX en China ya utilizaban esta técnica para producir libros impresos. La práctica llegó a Europa durante la Edad Media, materializándose como libros xilográficos o libros de bloque.
“[Era] esencialmente un libro ilustrado”, explica la Biblioteca del Congreso. Los libros de bloque presentaban “una sola página xilográfica en la que se tallaban el diseño y el texto, se entintaban y luego se presionaban contra el papel, dejando una impresión de imagen y palabras”. Fieles a esta comparación de “libros ilustrados”, los libros de bloque típicamente comprenden menos de 50 hojas y presentan imágenes coloreadas a mano.
LIBROS PRODUCIDOS EN MASA
Biblia de Gutenberg
La Biblia de Gutenberg, ca. 1445 (Foto: Wikimedia Commons [dominio público])En el siglo XV, el orfebre alemán Johannes Gutenberg perfeccionó los métodos anteriores para hacer libros con su innovadora imprenta. Esta innovadora máquina agilizó el proceso de impresión mediante el uso de tipos móviles—piezas metálicas ajustables que podían entintarse individualmente y utilizarse una y otra vez.
El impacto de la imprenta de Gutenberg fue particularmente evidente durante el Renacimiento, ya que su capacidad de producir libros en masa permitió que los ideales italianos ilustrados se extendieran por todo el continente.
LIBROS ENCUADERNADOS
Libros de Roald Dahl
Foto: Fotos de stock de urbanbuzz/Shutterstock
Además de dar origen a métodos cada vez más eficientes de producción en masa, la imprenta facilitó otro hito de la industria del libro: la encuadernación moderna.
Hasta el invento de Gutenberg, los folios de los libros se unían meticulosamente utilizando madera, metal e hilo. Tras la aparición de la imprenta—y la consiguiente comercialización de los libros—la industria editorial adaptó su enfoque, usando materiales menos costosos como la tela y el pegamento, que se convirtieron en los medios de encuadernación preferidos en el siglo XX.
LIBROS ELECTRÓNICOS
Libro electrónico
Foto: Fotos de stock de ImYanis/Shutterstock
En los últimos años, el libro electrónico se ha convertido en un gran contendiente para la lectura moderna. Mientras que esta iteración digital de los libros tradicionales puede parecer completamente contemporánea, el concepto en sí tiene casi un siglo de antigüedad.
En 1930, el escritor estadounidense Bob Brown predijo la eventual aparición del libro electrónico después de ver su primera película con sonido. Describió “una simple máquina de lectura” portátil y adaptable—características que sin duda tienen las tabletas y los lectores electrónicos que aparecerían menos de 70 años después. La premonición de Brown, sin embargo, no fue del todo exacta: señaló que, con un aparato así, podría “leer novelas de cien mil palabras en 10 minutos”. Aunque esto no sea posible con la tecnología actual, ¡quién sabe qué deparará el futuro de los libros!
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