No estamos para rogar amistades ni para insistirle a alguien en que se quede.

 

Un día entendí que no estamos para rogar amistades ni para insistirle a alguien en que se quede. Estamos para vivir la vida de la mejor forma y hacerlo con las personas que de verdad quieren acompañarnos. Empecé a no perder tiempo en aquellos que no quieren perderlo por mí, que no sacan un hueco o que directamente no muestran interés. Entendí que quien quiere estar, siempre está, y da igual lo que pase alrededor. Que el orgullo se esfuma cuando alguien te importa. Y la sinceridad brilla por sí sola cuando quieres a alguien de verdad. No estamos para exigir, ni para sacar respuestas con sacacorchos ni para pedir explicaciones. Tampoco para darle más vueltas a la cabeza de las necesarias. Estamos para vivir en paz y con la conciencia tranquila de hacer las cosas bien y, siempre, con corazón. Y aceptar solo a quien lo haga de la misma forma. 

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