Esta es la verdadera hermandad.


Hace muchos años, por el 1600, una mujer vivía cerca de una aldea francesa. Vivía apartada, en un bosque cercano. Era solitaria, misteriosa. Sabía leer y escribir. Algo insólito para una mujer en aquellos tiempos. Conocía las plantas y sabía del cuerpo.

Hacía medicinas con hierbas y era escriba. Pero esto era un secreto que sólo ella y un cura de la aldea sabían. Él confiaba en ella y le había pedido que copiara textos sagrados. Por que confiaba en ella os lo contaré en otro capítulo.

Otras mujeres sabían de ella, porque vendía sus medicinas en el mercado de la plaza. Iban a su choza buscando respuestas, cobijo, aliento, bálsamos para los dolores de sus vientres y sus Almas. También para que les ayudara a traer a sus hijos al mundo o a no traerlos.

Ella les hablaba de su visión de la vida. De lo que tenían que tolerar y lo que no. Les enseñaba los misterios de ser una mujer y de sus cuerpos.

Más de una y más de 10 vidas salvó.

Más de una y más de 10 almas rescató.

Un día, una mujer, que había escuchado de su sabiduría y su poder, y que anhelaba su propia sabiduría y poder le contó a otros hombres que era una bruja, que hechizaba a los maridos y mataba a sus hijos con plantas endemoniadas.

Aquellas mujeres a las que ayudó, se volvieron contra ella, confirmando el falso testimonio, acusándola y condenándola. La iglesia la acusó de brujería, y su amigo cura, no pudo hacer nada para salvarla.

No llegó a ser juzgada. Murió en un calabozo oscuro y húmedo, con el cuello partido, después de haber sido violada y torturada por semanas.

Mientras abandonaba mi cuerpo, sentía la ira hacia Dios, y el terrible dolor de la traición de mis hermanas.

Si, era yo.

Esta es la transcripción muy, muy resumida de una de mis vidas pasadas. Supurando dolor y más dolor y sintiendo en mis propias células la herida de Dios, de la hermandad, de la Bruja (y por supuesto del masculino, del que hoy no trata el tema).

A lo largo de mi vida esta herida se ha manifestado de cientos de maneras, algunas sutiles y otras muy muy dolorosas. Pero esta es sólo una de muchas, el Arquetipo de la Herida de la Hermandad.

Jung definía los Arquetipos como programas psíquicos adquiridos. De modo que si sintonizás con las palabras “herida de hermandad” podés sentir en el cuerpo perfectamente de qué se trata.

Lo femenino está surgiendo y despertando en este momento y como parte del proceso de integración, muchas heridas femeninas están surgiendo y purgando en el colectivo.

Una de las heridas femeninas más profundas está dentro de la hermandad. Se caracteriza por una desconexión , rechazo y desconfianza de otras mujeres. Verlas como competencia. Esta herida se acentúa cuando se nos pide que la veamos realmente para sentirla:

¿Qué sientes por tus hermanas en este momento? ¿Te sientes competitiva? ¿Celosa? ¿Resentida? ¿Su éxito te provoca o te hace sentir como un fracaso? ¿Te cuesta confiar en las relaciones femeninas y dejarlas entrar de verdad en tu vida? ¿Sientes que estás provocando esta herida en otras mujeres?

No estamos separadas unos de otras. Más que nunca, estamos en esto juntas. Vamos juntas. Es el momento de romper este ciclo de competencia y separación.

El éxito de otras mujeres es tu éxito.

Su dolor es tu dolor.

Su belleza es un reflejo de tu belleza.

Su poder es tu propio poder y potencial.

Su luz es un espejo de tu propia luz.

Si realmente queremos crear una nueva tierra, tenemos que volver a la unidad. Tenemos que aliviar cualquiera de estas heridas con puro amor incondicional y perdón. Ya sea que provenga de la herida de la madre o del trauma o del dolor. Nos necesitamos juntas en la confianza y el amor.

Los encuentros de mujeres son inmensamente sanadores para esto. Sentirse reconocida, vista, escuchada y sostenida sin juicio es unidad. Todas estamos en la misma página de este corazón floreciendo. Veo una y otra vez lo poderoso que es cuando las mujeres se unen en círculo, en nombre de la sanación, el recordar, el amor y la hermandad. La hermandad crea cambios muy profundos.

Lamentablemente, muchas mujeres no han experimentado el verdadero significado de la hermandad. Muchas aún no se sienten seguras y sostenidas en la profunda energía femenina sin juicio o competencia y puede ser muy retador, porque esta herida se solapa con capas y más capas de otros conflictos con lo femenino y La Madre. La forma en que nos abrazamos unos a otros, la forma en que nos abrimos y decimos nuestras verdades, la forma en que nos apoyamos unas a otras, la forma en que nos despojamos de capas y nos conectamos con nuestros dones y realmente nos vemos, vemos quienes somos de Verdad.

Esta es la verdadera hermandad.

Lorena Cuendias

@mujeralquimia


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