EL MILAGRO DEL CONCIERTO NAVIDEÑO DE STALINGRADO.


Durante la segunda guerra mundial se produjo la famosa "batalla de Stalingrado". No existe en la historia militar, ningún otro conflicto que se acerque a la intensidad de éste combate; no sólo por su ferocidad, sino por las condiciones extremas que enfrentaron las tropas: soviéticas y alemanas.

Murieron aquí más de dos millones de personas, gran parte de ellos eran civiles. Hitler buscaba conquistar a toda costa ésta ciudad, no sólo por su valor estratégico; sino también por el simbolismo que representaba humillar a los soviéticos.
Para los alemanes la conquista de Stalingrado representaba la puerta de entrada al petróleo del Cáucaso; tan necesario para que los teutones pudieran continuar la contienda bélica. El destino de la Guerra se jugaba aquí.
Fue en la Navidad de 1942, en uno de los inviernos más duros que recordaban los Soviéticos, quienes a pesar de su victoriosa contraofensiva apenas contaban con suministros, munición, combustible y tenían la moral por los suelos. Para inyectar ánimo a sus soldados, el alto mando soviéticos ordenó reclutar a los músicos más importantes de la URSS para regalarles un concierto navideño de música al aire libre. En el centro de la cuidad colocaron unos altavoces para que la música resonara por todos los rincones. Allí llegaron actores, músicos y bailarines. Uno de los concertistas era el joven violinista Boris Goldstein, quien se alejó del grupo para dirigirse a las trincheras a fin de curiosear sobre las condiciones en que vivían los soldados. El violinista quedó sumamente impactado por el estado de ruina de la ciudad y sus sobrevivientes. Nunca había visto un campo de batalla con tanta muerte y desolación como el de Stalingrado. Todo indicaba ruina allá donde mirase, fuesen edificios o hombres, militares o civiles. Junto a los cadáveres de los soldados ,que yacían en el suelo, le horrorizó ver muchos esqueletos de caballos que habían sido literalmente "devorados" por las hambrientas tropas.
Todo este horrendo paisaje conmovió de tal manera a Boris, que se inspiró como nunca y tocó magistralmente su violín para los soldados soviéticos. El alto mando había prohibido interpretar melodías de compositores extranjeros. Casi al terminar el concierto desde las líneas Alemanas, distantes a unos cientos de metros, alguien gritó: Espera ¡Toca algo de Bach! ¡No dispararemos!
Y aunque tenía terminantemente prohibido hacerlo, Boris con su violín comenzó a tocar melodías del compositor alemán. Y allí ocurrió el Milagro. Poco a poco, fue cesando el fuego de uno y otro lado. Cesaron los disparos y la artillería. En medio de aquel silencio sepulcral, solo se escuchaban las desgarradoras notas del violín. Y durante una hora y media, entre los restos de una ciudad fantasma, y cubierta por la nieve, la música sonó más fuerte que las armas, y durante ese tiempo, el Arte venció a la muerte. 

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