EL BESO.



La luz entraba apenas por las rendijas de la persiana que estaba baja. Nada de todo eso que estaba por suceder le era ajeno , sin embargo algo le hacía sentir que sería distinto a todo lo demás. 


Quizá el perfume, el contacto con esa piel increíblemente suave, un cuerpo tendido junto al suyo esperando casi temblando sus caricias. 


Y él como dudando comenzaba a recorrer cada centímetro, buscando con los dedos algún botón para desabrochar, algún elástico para deslizarse y perderse en la tibia intimidad… 


Era casi una fiesta silenciosa de jadeos, gemidos y palabras susurradas. La boca de ella se movía despacio sobre sus labios, jugando con su lengua sin invadir el espacio, tímidamente , expectante, y la de él respondía en igual sinfonía. Ninguno se animaba a querer ir más allá y eso lo encendía con una fuerza inusitada. 


Se desnudaron por completo uno al otro con un juego de risas que les traía imágenes infantiles, saltando y revolcándose en la “cama grande” . Y pasaban con la misma naturalidad de la risa al abrazo contenido, a la exploración , a la búsqueda , a la que él le dedicó un tiempo especial, hasta que sintió que era el momento de recorrer con su lengua húmeda toda esa geografía que se abría ante sus ojos. 


Nada lo detuvo. Empezaba a sentir que quizá este sí fuera el puerto donde quería desembarcar. Buscó a ciegas (y encontró) una región de pliegues dulces y reconoció sin dudar esa pequeña perla dorada que lamió con suavidad y cuidado. Lo que siguió fue un impulso irrefrenable de los dos de unirse en un intimo abrazo, y el tiempo, y todo lo demás desapareció de repente. Y allí estaban, en un esfuerzo descompasado por penetrarse mutuamente sus vidas, ella aferrada a su espalda mojada, él sin dejar de mirarla, intentando llevar esa imagen de mujer gozando entre sus brazos. 


Después le escuchó decir algo que no hubiera querido oír… y supo que estaría condenado a recordarla. Después, mucho después, cuando se despidieron con un beso chiquito, y tritón, ella cerró la puerta y lloró, y él se fue sabiendo que esa mujer tampoco era la que andaba buscando. 


El amor, como este relato… es pura ficción.


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