Ni puta ni madre: empoderamiento femenino


Creo que en el aspecto en que más he notado la opresión del patriarcado ha sido en las relaciones de pareja heteronormadas. Frases como: “Nadie te va a querer así” “Quedarás sola”, fueron las que escuché demasiado en mi niñez y adolescencia, haciendo que sintiera temor y me impulsara en la búsqueda del amor ideal. La competencia entre las mujeres, la delgada línea con nosotras mismas y entre nosotras, de no ser la mujer fácil, de ser la maternal, la cuidadora, buena cocinera y hacendosa. Que si la compañera muestra demasiado las pechugas es porque es puta, porque le falta o porque está desesperada, en el caso de que no sea tan joven.

¿Cómo puede una mujer maternal, cuidadora y conservadora mantener a ese hombre interesado para que no se vaya con otra? A través del sexo. Cumpliendo todos sus deseos y caprichos, porque si la mujer se niega, ella ya no lo quiere y si él piensa que ella no lo quiere, buscará el amor en las sábanas de otras. Y así nos desvivimos, preocupándonos de los hijos e hijas, tratando de mantenernos delgadas y hermosas para seguir en la competencia y preocupándonos de la pareja para cuidarlo, mantenerlo contento y satisfecho y provocando con esto, que la relación de pareja se transforme en una extensión del cuidado de los niños y niñas.



Quizá en las relaciones no formales (según el constructo social de las relaciones patriarcales), esto no ocurre, porque como dijimos, las mujeres estamos divididas en dos clases: las putas y las madres. Entonces, en las relaciones no formales, las mujeres somos las putas, a las que se nos utiliza por el momento y se nos deshecha cuando ya no hay necesidad. En este caso, nosotras no necesitamos ser cuidadas como en las relaciones formales, porque nosotras no somos las madres de sus hijos e hijas, lo que nos excluye de eso que llaman “Núcleo Familiar” y finalmente, ambas: la puta y la madre, terminan siendo cosificadas para subyugarse a los deseos de un tercero. Entonces, ¿Cuál es nuestro beneficio en este tipo de relaciones?

Y así el hombre se desentiende de la parte afectiva de la relación, porque él está en un nivel superior, él es el jerarca que está a cargo del bienestar de la familia (en general, porque ese cuidado no es particular hacia la mujer) y así, él asume el rol de proveedor, el que llega cansado del trabajo y hay que atender.

Y el hombre hace promesas que no cumplirá y miente, para mantenernos ahí, siempre a la espera, porque cuando se cercena la información se mantiene el poder sobre el otro y la otra. Entonces, si hay poder en la abstención y falsedad de la información ¿Habrá interés en abandonar estas malas prácticas para vínculos no tóxicos? ¿Hay interés en dejar una dinámica si no nos reporta ningún beneficio? ¿Las mujeres debemos de pedirle a nuestro opresor que deje de oprimirnos?

Con el avance del Feminismo en Chile en los últimos años, las mujeres hemos visto ciertos avances en ciertos espacios. Vemos que los hombres ya se reprimen de lanzar un chiste machista delante de nosotras. Ellos ya se reprimen de lanzarnos un “piropo”. Ellos ya se reprimen de dar su opinión con respecto al Feminismo. Pero esta restricción de parte de ellos de realizar cual o tal conducta no va asociada a una verdadera concientización de la problemática, sino que responde, más bien, a la condena social que su conducta tendrá.

¿Qué podemos hacer entonces las mujeres para formar vínculos sanos? 

Teorizar sobre las relaciones patriarcales, teorizar sobre un mundo de relaciones igualitarias y sus beneficios (recordemos que los femicidios son la máxima expresión del machismo) y con ello empoderarnos, para exigir relaciones equitativas y de respeto. Para esto es de suma importancia que las mujeres concienticemos y nos apoyemos entre nosotras. Que abandonemos la idea de que debemos aceptar conductas sexistas y cosificadoras de nuestro acompañante de turno para ser aceptadas. Debemos olvidar el hecho de no decir lo que sentimos o expresar nuestro enfado por el temor de ser calificadas como conflictivas. Debemos entender que somos seres humanas con defectos y virtudes, no mercancía salida de una fábrica en serie, obligadas a cumplir ciertos estándares para ser valoradas. Pero por sobre todo debemos amarnos y organizarnos entre nosotras, porque somos poderosas, porque somos capaces de convocar nuestras demandas sociales y sobre todo debemos considerarnos compañeras y no rivales.


En este camino falta mucho por recorrer aún, pero hemos visto que no es un sueño imposible, así que a continuar en la senda porque está demostrado que es la correcta.

Por Leticia Trueba

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