La Santa de Ávila.

 En ese poyete, sentada en el suelo, escribía Santa Teresa de Jesús. Y en esa cama, con esa almohada que es un trozo de leña, dormía y se castigaba para llegar a Dios. He visitado el convento donde hizo la Reforma del Carmelo y en el que pasó 30 años, tres de ellos como priora, en el primero que fundó ya como Carmelita Descalza y en el que, con 15 años, la metió su padre en contra de su voluntad. La historiografía de Ávila con Santa Teresa de Jesús es injusta, hipócrita e interesada para los intereses de una Iglesia Católica que la juzgó en la Inquisición y que la nombró Doctora de la Iglesia en la década de 1970, 400 años después de su muerte y casi con vergüenza. Santa Teresa no vivió para que autobuses de beatas fundamentalistas visitarán sus reliquias y su brazo incorrupto, sino para transformar la vida religiosa, gobernar lo eclesiástico y que la mujer tuviera poder decisivo en la Iglesia y en lo espiritual. Los guías no cuentan nada de la que fue la primera gran escritora española y de una revolucionaria que, en el siglo XVI, criticó desde dentro y sin provocar un cisma lo mismo que criticara Lutero un siglo antes. Santa Teresa fue tan libre y atrevida que todavía l esconden los mismos que la juzgaron en la Inquisición. El ocultamiento interesado de los meapilas es realmente el triunfo de una mujer odiada por la misma ciudad que hoy intenta vivir de ella a través de una mentira.

Raúl Solís fb y twitter

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