Es una noche oscura y fría.


Es una noche oscura y fría.
Dos erizos intentan calentarse en todos los sentidos. Al acercarse, involuntariamente descubren que el frío disminuye, se vuelve menos picante.
Entonces se acercan cada vez más, pero terminan pinchándose mutuamente.
Luego, asustados, ambos se van y nuevamente el frío los asalta.
Comienzan a pensar en el dulce calor de cuando estaban cerca e intentan nuevamente el experimento para acercarse.
Tienen miedo de lastimarse y este miedo los hace titubear. Esperan, tienen miedo, pero el frío es tan tenaz que pronto los dos puercoespines abandonan todo miedo.
Sin embargo, siempre hay puercoespines, por lo que cuando se acercan vuelven a picar. Asustados, tal como sucedió en el primer intento, huyeron el uno del otro.
Continúan un poco más, tratando de resistir el frío, pero en ellos el recuerdo del calor que liberó sus cuerpos vecinos siempre está vivo.
Repiten el experimento varias veces para acercarse y siempre pican.
Poco a poco, sin embargo, entienden que hay una distancia que les permite calentarse y no pincharse: es respeto mutuo, es "no invadir" demasiado el terreno del otro.
Tan cerca, pero respetuosos de su propio ser, los dos erizos superan el frío y sobreviven. Probablemente, sin la calidez del otro, habría muerto: en cambio, juntos logran superar las dificultades y vivir uno al lado del otro, sin lastimarse ni molestarse.

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