Cuento de la Luna Milenial.

Cuenta la Leyenda, que hace muchos siglos y generaciones, el último minuto de cada mil años, aparecería una Luna enorme y brillante en el horizonte del mar, que era mágica y representaba el símbolo de una protección divina.

Dice aquella Leyenda, - que aun perduraba después del paso de tanto siglos - que aquella Luna, no solo era mágica, por tamaño y resplandor. Asi quedaba en la tradición:

“Todo aquel que pudiera verla y deseaba tener un deseo cumplir, manifestado delante de su imagen al momento de su aparición, se cumpliría”
Ancianos, niños, mujeres y hombres, ricos o pobres, podrían tener la gracia de su prosperidad, si al poder contemplarla, solicitaban un deseo claramente manifestado.
Se narraban toda clase de beneficios, gracias y riquezas, en el pasado para quienes pudieron verla y pedir deseos.
Llegado el día último del 999, antes del 1000, todo el pueblo de aquel Reino, se preparaba para recibirla, en la hora de media noche, delante del mar; siendo tan popular este evento que extranjeros y visitantes de otros Reinos, también anunciaron su visita a este privilegiado Reino.
El Rey y la Reina, y sus Consejeros, concluyeron que aquel día, podría ser un día desastroso si los preparativos y la organización no era suficiente para acoger a todos, pues la población había crecido mucho estos ultimos, mil años en aquel Reino, y el lugar desde donde se podría ver la Luna, desde una playa era un espacio limitado.
Los Ingenieros del Reino, propusieron grandes norias, y pasarelas donde todos podrían subir para verla. Los arquitectos, diseñaron Torres, como mejor lugar donde los más nobles y ricos podrían elevarse para verla mejor que nadie. Los herreros, carpinteros, labradores y gente de oficios, hicieron sus propuestas, para decorar el lugar, abastecer de comida, transporte y obtener un beneficio en aquel especial Evento Lunar.
El Sabio del Reino, propuso que todo el pueblo y visitantes, fueran a la montaña más alta para verla desde lejos, pues tan grande era, que dentro de ese similar y grande espacio, todo estaría en orden y equilibrio para todos verla bien.
Nadie acepto su propuesta, y triunfó, las de los otros. Llegado el día y la noche, la playa estaba abarrotada de gente, que había llegado por la mañana temprano, acampando con sus tiendas de campaña, hogueras, y fiestas, celebrando el Evento por adelantado.
Unos subieron a la gran Torre, otros a una gran Noria, y los que no pudieron, permanecieron tendidos en el suelo a la espera de la llegada de la gran Luna.
Solo el Sabio, subió a la alta montaña, con su hija, una joven cuya mayor cualidad, era ser muy inteligente.
Apareció la Luna, grande, plateada y luminosa en el horizonte del mar y todo quedaron tan deslumbrados y asombrados, que quedaron paralizados como hipnotizados por la visión mágica, otros se encontraban en peleas y disgustos por encontrar todavía el mejor lugar, y no pudieron verla, al entorpecerse unos a otros por su proximidad entre ellos.
Algunos, solicitaban en voz alta, riquezas, otros sanar su salud y así, sucesivamente, aquella playa se convirtió en una gran murmullo de masas, y ruidos.
Cuando apareció, la Luna, el Sabio dijo a su hija, desde la montaña lejana:
¡Pide un deseo, rápido, pues esta Luna, se ira antes de un suspiro¡
¿Qué pedir?
- pregunto ella, nerviosa-
Mira el paisaje, mira la playa, y observa el fondo de tu alma. Y luego pide, en voz alta para que la Luna te oiga entre tanto murmullo de gentes del Reino.
La niña, observo la escena y vio gente enfadada, desesperada, vio la imagen de la gente del Reino, necesitada de todo y teniendo tan poco.
Miro la Luna, respiro y dijo:
“Luna: No te pido nada para mi, solo te pido que regreses siempre, todos los años. Eres tan necesaria, que los habitantes de este Reino, en tu presencia, les hace unirse, sentirse gente viva, especial y privilegiada”.
La Luna, apareció y despareció en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido, que casi nadie, pudo formular su propio deseo, que pudiera,ser expresado con la claridad y precisión que el momento requería.
Y así sucedió, la Luna, cumplió un único deseo, el de la niña por se claro y preciso: volvió todos los años, grande y luminosa, llenando los corazones de la gente del Reino.
Sus gentes aprendieron, aquella noche, que el mejor deseo que garantizaba se iba a cumplir para todos, era poder verla en calma juntos, sin distinciones, sin artificios ni condiciones para unos u otros.
Moraleja: No hay mayor regalo en la vida, que quien tiene el don de la clarividencia y, del amor al prójimo.

Autor: Humano's

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