Cobrador de promesas


Las sólidas creencias se habían debilitado en la comarca y el lugar común fue realidad: la religión es cosa de beatas. Fuera de ese sector cromático (convenientemente enlutado), a nadie desvelaban obligaciones místicas, deberes parroquiales, puntualidades feligresas. Los sacerdotes hablaban ante auditorios casi inexistentes, y el ardor de los sermones languidecía.
Hubo consulta celeste. ¿Cómo provocar el retorno de la fe? Se divagó, se urdieron trampas, se sugirieron campañas especiales de promoción de indulgencias. Todo sonaba débil inconvincente.
Por fin, un arcángel (que no tenía fama de listo) habló: “ Lo que pasa es que nunca hemos demandado el pago de sus promesas, y ya es tiempo. Si algo caracteriza a esta región, es la emoción al pedir y la frialdad al recibir. Por eso se distanciaron, por creer que ya le habían tomado la medida al Orden Intemporal. Mercedes prometió gallinas si su hija sanaba de polio, José Manuel prometió regalar unos toros si le extendían su latifundio, Alberto certificó su viaje por la ciudad de rodillas si conseguía empleo. Nosotros no fallamos. José Manuel extendió sus tierras, la hija de Mercedes triunfó en el ballet, Alberto estuvo a punto de conseguir empleo. Ellos ya se olvidaron y es tiempo de exigirles, ”
La sugerencia pareció admirable y hubo general arrepentimiento por el juicio anterior sobre el arcángel. Se formaron dos comisiones, una para revisar ofrecimientos e incumplimientos, otra de visitadores diurnos (apariciones) y nocturnos (sueños).
Pero la gente se resistió y se consideró vejada. ¡Qué ocurrencia ! Ellos odiaban a los acreedores, no había ningún papel firmado, y si la gratitud no era espontánea no valía nada.
En todo caso, preferían darle otro uso a gallinas, toros, paseos de hinojos. Y no sólo se olvidaron de sus ofertas, sino que se negaron a volver a los templos,
Pero ahora no se trataba de reanimar la fe sino de cobrar deudas y se tomó la decisión de intimidar con trombas de azufre y tifones de granizo hirviente, y el humo ascendió de la tierra como descifrando el escondite de las especies.
Los desobligados no tuvieron mas remedio que pagar , a nadie le importó ya la sinceridad de las conciencias y nunca más se le permitió al ocurrente arcángel hacer uso de la palabra.
Cobrador de promesas.
Nuevo catecismo para indios remisos.
Carlos Monsiváis.

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