Madres tóxicas.
Es un secreto a voces que existen madres que no quieren a sus hijos, por años los tabús han impedido ver este problema que es más real y frecuente de lo que nos gustaría a muchas. Es más fácil negarlo como todo aquello que nos da miedo de digerir.
Pero las víctimas están ahí, cientos de niños en orfanatos cuando bien les va o simplemente abandonados a su suerte y condenados a la infelicidad que arrastra el tener una infancia tortuosa.
Este mal tiene nombre: le llaman síndrome de la madre tóxica, es una mujer que ha llegado a la maternidad por caminos poco deseables, por convencionalismos, porque así estaba diseñado su guión de vida, porque eso es lo que de ellas se esperaba.
Según un artículo del diario El País, renegar de la maternidad o simplemente ejercer el derecho a no serlo, no era, ni es, algo aprobado por la sociedad. Aquellas mujeres que han decidido libre y abiertamente no ser madres han sido miradas con recelo y suspicacia por la mayoría de su entorno.
Siempre. Incluso ahora. Hablamos de una minoría valiente y coherente que decidió por sí misma cual era su voluntad y su camino. Muchas otras sin embargo, aceptaron gestar, parir y criar a un individuo que poco afecto les genera, solo por cumplir.
No es tan extraño entender, que algunas de aquellas hijas, no solo no fueran amadas incondicionalmente, sino percibidas como una molestia, un obstáculo, una rival e incluso una proyección de aquello que ellas hubieran querido ser.
“No es fácil encontrar la felicidad en nosotros mismos, y no es posible encontrarla en ningún otro lugar” (Agnes Repplier)
Las madres tóxicas por lo general son mujeres muy narcisistas o infantilizadas, que nunca asumieron el papel de madre y que siguen filtrando el mundo a través de su necesidad y su deseo. Otras, son mujeres amargadas, cuya vida no se parece en nada a lo que esperaban, profundamente infelices, que usan de chivo expiatorio a sus hijas proyectando en ellas el foco de su insatisfacción.
Hay diferentes formas de madres tóxicas, pero todas incluyen la culpa, la manipulación, la crítica cruel, la humillación, la falta de empatía, el egocentrismo puro. Son madres que hacen saber a sus hijas que no están a la altura de lo que se espera de ellas, envidian sus éxitos, recelan su necesidad de independencia, rivalizan con ellas en un patológico escenario vital donde la víctima ni siquiera sabe que lo es.
La madre que no ama, despliega su toxicidad de diferentes formas, así nos encontramos con madres que envidian a sus hijas y tratan de anularlas, madres que sobreprotegen y absorben excesivamente para tratar de evitar el sentimiento de culpa por no haber deseado tener ese hijo, madres centradas únicamente en “la fachada” que exigen a sus hijas que encajen en un molde que ellas mismas han diseñado para exhibirse, madres que utilizan la enfermedad y el victimismo como principal estrategia de manipulación, madres dependientes que invierten los roles y hacen que sus hijas sean quienes se ocupen de su bienestar físico y emocional y madres que, por desgracia, encajarían en varios de estos guiones de película de terror.
La mayoría de las niñas que han sido criadas por este tipo de mujeres no son capaces de entender que toda su inseguridad, falta de autoestima, necesidad de aprobación, autoexigencia brutal, dificultad para la intimidad emocional y vacío profundo, procede de la falta de amor primario.
En particular, aquellas mujeres que fueron criadas por estas madres tóxicas llegan a dudar hasta de su propia salud mental porque a años de maltrato emocional, de tortura psicológica, hay que sumarle el silencio y la falta de apoyos. Ya sabemos hoy por hoy en función de los numerosos estudios que se han hecho que la falta de amor parental crea estructuras psíquicas desorganizadas que afectan a muchas áreas de la personalidad. El rechazo y la falta de amor materno producen un estado crónico de avidez afectiva y un miedo patológico al abandono.
Aunque no parezca, hay una salida. Es imprescindible decirles a esas mujeres, que la niña dañada que llevan dentro y parece dirigir su vida, puede ser sanada. Para ello es necesario tomar conciencia y poner nombre a aquello que nos dañó por difícil y brutal que esto sea. Y es imprescindible hacer un duelo: despedirnos definitivamente de la madre que no tuvimos, que ya no vamos a tener y no seguir buscando con manotazos de ahogado maneras infructuosas de compensar ese oscuro hueco.
Asumir sin culpa alguna que la madre no se elige y que venimos al mundo programados para amar a quien nos toque para maternarnos. Tomar la decisión interna de poner distancia emocional y física de la mujer que no supo querernos y sobre todo, hacer del intento de no traspasar la herida a nuestras hijas, un objetivo vital, una cruzada.
Vía;soycarmin.com
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Maremia k cierto to lo k dice, creo k es casi imposible rellenar esa falta de Amor , k era imprescindible en la niña, en la madurez no, solo queda el triste recuerdo y pensar k bonito hubiera sido 🌻🌻🌻
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