Filosofía griega: los siete sabios de Grecia


La religión no buscó dar respuesta a las preguntas que el hombre se planteaba al ser arrojado a la existencia. Desde lo inmemorial de los tiempos esta fue una respuesta directa.
Surgían los fenómenos inexplicables por un hecho sobrenatural que le antecedía o precedía, la función de la creencia era esencial: establecer un orden que atravesaba todas las facetas de la vida.
Para que la teofanía fuera posible era necesario pensar que la morada de los dioses, el Olimpo, se encontrara en la cumbre del monte. La posibilidad de una entidad fuera de los parámetros de esta cosmovisión era inconcebible, y no solo la deidad, también las estrellas y el sol se encontraban dentro del Uranos: el cielo.
Sin embargo el cuestionamiento sobre el origen del mundo fue el desencuentro entre la creencia y el pensamiento, el dogma de la razón; en pocas palabras: entre la religión y filosofía.
La Biblioteca de Alejandría hoy se digna a presentar una serie de exquisitas publicaciones sobre el origen del pensamiento occidental.
«De entrada el primer acontecimiento de la filosofía en tierra griega, la sanción de los Siete Sabios, es un trazo neto e inolvidable del cuadro de la esencia helénica. Otros pueblos tienen santos; los griegos tienen sabios. Se ha dicho con razón que un pueblo queda caracterizado no tanto por sus grandes hombres como más bien por la forma como los reconoce y honra. En otras épocas es el filósofo un caminante accidental y solitario en un medio extremadamente hostil, que o se desliza huraño o se abre paso con sus puños cerrados. Únicamente entre los griegos el filósofo no es un fenómeno accidental».

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