¿Cuál es el origen de las Fallas y los Ninots?
Las primeras noticias sobre el origen de las fallas se remontan al año 1784, aunque hay quien asegura que fue en el siglo XVII y otros lo trasladan hasta la Edad Media.
Los primeros escritos nos explican cómo con la llegada del 19 de marzo, festividad de San José (día del Padre y Patrón de los Carpinteros) los artesanos y trabajadores valencianos del gremio de la carpintería realizaban unas hogueras frente a sus negocios en las que quemaban virutas y trozos de madera junto al ‘parot’, el mástil donde se colgaba el candil que les había estado iluminando a lo largo de las largas tardes oscuras del invierno, debido a que la llegada de la primavera traía más horas de luz y, por consiguiente, no les haría falta para trabajar hasta tarde.
El trascurrir de los años hizo que, posiblemente, un ingenioso y divertido carpintero vistiese una de esas noches de fiesta y celebración al parot con las ropas y/o forma de algún personaje local, tomando y popularizándose con el nombre de ‘ninot’ (manera en la que se llama a los muñecos en valenciano), aprovechando la semejanza entre parot y ninot. Los personajes preferidos para disfrazar y quemar en la víspera de San José eran aquellos que representaban a los burgueses, el clero y la clase política.
Esta tradición de encender una hoguera, y colocar un ninot en el centro, se popularizó enormemente entre la población, participando ésta de dicha celebración y en las que aportaban trastos viejos y las esteras que se habían estado utilizando durante el invierno. Fue tal el apogeo que alcanzó, que en el siglo XVII se publicó un edicto en el que se prohibía encender fuego en medio de las calles, teniéndose que trasladar a las plazas.
Esto propició que una misma hoguera agrupase los trastos y ninots de varias personas, comenzando a crearse las primeras comisiones falleras que unificaban criterios y trabajaban a lo largo de todo el año en la construcción y diseño de ninots que satirizasen algunos estamentos sociales, políticos y religiosos de la sociedad.
Esto llevó a que, durante el último cuarto del siglo XIX, desde los sectores más conservadores y la propia iglesia se pidiese la prohibición de la quema de ninots, al considerar que era una burla pagana de la festividad de San José. A pesar de esta presión y los elevadísimos impuesto que puso el ayuntamiento por plantar una falla, ésta fue cogiendo cada vez más arraigo entre la población, convirtiéndose en la fiesta más popular y oficial de la provincia de Valencia.
La costumbre de indultar un ninot llegó en 1934, tras un concurso de ideas propuesto por el ayuntamiento de Valencia en el que el artista fallero Regino Mas propuso incluir el indulto de ninots en el programa de fiestas municipal, aunque extraoficialmente ya se había realizado en años anteriores.
El nombre ‘falla’ proviene de la palabra en latín ‘facula’ (diminutivo de fax o facis) que es como se le llamaba en el valenciano medieval a las antorchas, según algunos escritos de la época del rey Jaume I.
Los primeros escritos nos explican cómo con la llegada del 19 de marzo, festividad de San José (día del Padre y Patrón de los Carpinteros) los artesanos y trabajadores valencianos del gremio de la carpintería realizaban unas hogueras frente a sus negocios en las que quemaban virutas y trozos de madera junto al ‘parot’, el mástil donde se colgaba el candil que les había estado iluminando a lo largo de las largas tardes oscuras del invierno, debido a que la llegada de la primavera traía más horas de luz y, por consiguiente, no les haría falta para trabajar hasta tarde.
El trascurrir de los años hizo que, posiblemente, un ingenioso y divertido carpintero vistiese una de esas noches de fiesta y celebración al parot con las ropas y/o forma de algún personaje local, tomando y popularizándose con el nombre de ‘ninot’ (manera en la que se llama a los muñecos en valenciano), aprovechando la semejanza entre parot y ninot. Los personajes preferidos para disfrazar y quemar en la víspera de San José eran aquellos que representaban a los burgueses, el clero y la clase política.
Esta tradición de encender una hoguera, y colocar un ninot en el centro, se popularizó enormemente entre la población, participando ésta de dicha celebración y en las que aportaban trastos viejos y las esteras que se habían estado utilizando durante el invierno. Fue tal el apogeo que alcanzó, que en el siglo XVII se publicó un edicto en el que se prohibía encender fuego en medio de las calles, teniéndose que trasladar a las plazas.
Esto propició que una misma hoguera agrupase los trastos y ninots de varias personas, comenzando a crearse las primeras comisiones falleras que unificaban criterios y trabajaban a lo largo de todo el año en la construcción y diseño de ninots que satirizasen algunos estamentos sociales, políticos y religiosos de la sociedad.
Esto llevó a que, durante el último cuarto del siglo XIX, desde los sectores más conservadores y la propia iglesia se pidiese la prohibición de la quema de ninots, al considerar que era una burla pagana de la festividad de San José. A pesar de esta presión y los elevadísimos impuesto que puso el ayuntamiento por plantar una falla, ésta fue cogiendo cada vez más arraigo entre la población, convirtiéndose en la fiesta más popular y oficial de la provincia de Valencia.
La costumbre de indultar un ninot llegó en 1934, tras un concurso de ideas propuesto por el ayuntamiento de Valencia en el que el artista fallero Regino Mas propuso incluir el indulto de ninots en el programa de fiestas municipal, aunque extraoficialmente ya se había realizado en años anteriores.
El nombre ‘falla’ proviene de la palabra en latín ‘facula’ (diminutivo de fax o facis) que es como se le llamaba en el valenciano medieval a las antorchas, según algunos escritos de la época del rey Jaume I.
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