"Todas la mujeres que no se casan por la iglesia, son unas cualesquiera'"


                                                               Jacob oberovsky

Así respondió el anarquista Ricardo Flores Magón a un sacerdote que, haciendo referencia al amor, sentenció en 1916: 'todas la mujeres que no se casan por la iglesia, son unas cualesquiera'.
"(...) Tiene gracia el curita, porque ¿a quién se le había ocurrido insultar a una mujer por el hecho santísimo de no dar cuenta a los curas de su unión con un hombre?
En realidad, curita, sábelo: el amor es un asunto privado de dos seres, y es impropio que se lo comuniquen al cura o al juez. El amor pierde su encanto con la publicidad. El amor necesita del misterio, del secreto; sólo así es bello.
El amor pierde su poesía cuando pide a un sacerdote o a un juez que lo autorice. El amor sólo se siente intensamente en la intimidad.
Los seres humanos han prostituido el amor al permitir que terceras personas intervengan en asuntos que sólo competen a dos. El amor está bien en la discreción de la alcoba. ¿Para qué interrumpir la sublime música de dos corazones con las amonestaciones del clérigo o la fría palabrería del juez? ¡Eso es echar margaritas a los puercos!
El amor que pide sanción, no es amor. El amor es espontáneo, ¡bendito sea el amor! ¡Amor perfume, luz, alegría: son la misma cosa! ¡Es la vida! Vida sin amor ¿qué vida es? Si hay vida es por el amor. Las plantas se aman. ¿No lo sabes? Pregúntaselo al polen que tiembla en el cáliz de la flor; pregúntaselo al insecto que hace vibrar sus alas en una canción que invita a la caricia sin que tú, curita, la sanciones, ni que el juez la autorice. El amor debe ser libre.
Si quieres echarte algunos pesotes al bolsillo, trabaja, hombre, trabaja; pero no te desquites con los seres libres que rehúsan arrodillarse ante ti o ante el juez para perpetuar la vida."
Foto: Ricardo Flores Magón y María Brousse en las oficinas del genuino periódico Regeneración, 1911.


Comentarios

  1. En la Edad Media era vox populi que los curas ponían a sus amantes como las amas de llaves de sus casas. Preferiblemente, casadas, para levantar menos sospechas y tenían hijos con ellas, por supuesto.

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