Las pequeñas memorias

Entre los lechoncitos acabados de nacer aparecía de vez en cuando alguno que otro más débil que inevitablemente sufriría con el frío de la noche, sobre todo si era invierno, y podría serle fatal. Sin embargo, que yo sepa, ninguno de esos animales murió. Todas las noches, mi abuelo y mi abuela iban a las pocilgas a buscar los tres o cuatro lechones más débiles, les limpiaban las patas y los acostaban en su propia cama. Ahí dormirían juntos, las mismas mantas y las mismas sábanas que cubrían a los humanos cubrirían también a los animales, mi abuela a un lado de la cama. mi abuelo en el otro, y, entre ellos, tres o cuatro cochinillos que ciertamente creerían que estaban en el reino de los cielos...

Fragmento de Las pequeñas memorias
José Saramago

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