LA PARÁBOLA DE LOS CIEGOS, DE SARAMAGO.
En este cuadro de Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569) se representa una hilera de ciegos. Hay seis ciegos que caminan uno delante de otros. El primero de la fila, que los guía, también ciego, cae en un agujero. El siguiente ciego se tambalea por encima del primero. El tercero, conectado con el segundo, sigue a sus precedesores. El quinto y el sexto aún no saben lo que está pasando, pero al final acabarán cayendo también en el agujero. La pintura hace referencia a una frase de Jesús en el evangelio: «Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo» (Mt, 15, 14)
Esta pintura nos sirve para ilustrar otro de los libros que hacen referencia a epidemias, El Ensaio sobre a cegueira (Traducido al castellano como Ensayo sobre la ceguera) del portugués José de Sousa Saramago (1922-2010), Premio Nobel de Literatura en 1998.
Se trata de una novela psicológica, narrada por un El autor la define como «la novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada». Es una novela psicológica, en la que seis personajes sin nombre manifiestan su profundo egoísmo e insolidaridad, lo que aprovecha el escritor para convertir el relato en una parábola de la sociedad actual, y asomarse a los límites de la propia conciencia del lector. La ceguera pues, es tomada como un símbolo, que trasciende a la mera enfermedad física. El principal personaje es la mujer del médico que adopta un papel de heroína.
Tras una larga y traumática cuarentena en un manicomio, el grupo se reúne en una unidad familiar para sobrevivir gracias a su ingenio y por la inexplicable suerte de la esposa del médico que ha podido escapar de la ceguera. El origen repentino e inexplicable y la naturaleza de la ceguera causan un pánico generalizado, y el orden social se desintegra rápidamente a medida que el gobierno intenta contener el contagio aparente y mantener el orden a través de medidas cada vez más represivas e ineptas.
En la primera parte del libro la narración se centra en los primeros infectados, estos son encerrados en campos de reclusión ante el pánico generalizado. A partir de su encierro se genera un caótico submundo, donde surgen los instintos más bajos del ser humano. Ante el miedo generalizado – los de dentro, fruto de la incertidumbre producida por la ceguera, y los que permanecen en el mundo exterior por el miedo al contagio – "triunfan" los personajes más amorales y que se aprovechan de la desesperación y el pánico generalizado.
La ansiedad que crea la dificultad por obtener víveres, por las irregularidades en el suministro, socava la solidaridad; y la falta de organización impide que los internos distribuyan comida o tareas de manera justa. Los soldados asignados a guardar el asilo y cuidar el bienestar de los internos se vuelven cada vez más antipáticos a medida que la enfermedad va contagiándose también a los soldados. Los militares se niegan proporcionar medicamentos básicos, por lo que una simple infección puede ser mortal. Ante el temor de una ruptura, los soldados derriban a una multitud de internos que esperan la entrega de alimentos.
Las condiciones se endurecen todavía más cuando una camarilla armada toma el control sobre las entregas de alimentos, sometiendo los internos a violaciones y privaciones. Enfrentados a la inanición, los internos luchan entre sí y queman el asilo, descubriendo entonces que el ejército ha abandonado el asilo. Los protagonistas se unen entonces a la multitud de ciegos casi indefensos que vagan por la ciudad devastada y luchan entre sí para sobrevivir.
En la segunda parte asistimos a la ceguera total de la humanidad, excepto la mujer del médico. Ésta, que oculta su capacidad de visión, ya se había convertido en el cabecilla de un grupo de ciegos, los primeros en entrar en los campos de reclusión. Pero el nuevo escenario es la ciudad, donde se produce la muerte en vida, los alimentos escasean y la podredumbre lo invade todo. En este nuevo espacio, es en el que la mujer del médico se convierte en una guía imprescindible para el grupo, hasta el punto de que esta función se convierte en una dedicación asfixiante. Pero, de repente, este ambiente opresor en el que nos había sumergido Saramago desaparece, al desaparecer repentinamente la ceguera.
Pieter Brueghel el Viejo
La parábola de los ciegos
(1568)
Xavier Sierra Valentí
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