El principito y el pozo.
-Veo que los hombres-comentó el principito- se encierran en los rápidos sin saber lo que buscan. Esto los agita y comienzan a dar vueltas...
El pozo que habíamos hallado era bien extraño para un desierto, mas bien parecía el pozo de una aldea.
-Es raro-dije al principito- Todo está ya preparado: la roldana, el balde, la cuerda...
Rió, tocó la cuerda e hizo mover la roldana que gimió como una vieja veleta.
-Escuchas?-preguntó el principito- Despertamos al pozo y él ahora nos canta...
-Permíteme a mí-le sugerí. Creo que para ti es muy pesado.
Lentamente icé el balde, lo asenté bien. Dentro mío cantaba aún la roldana y en el agua..., vi temblar el sol.
Tengo sed de esta agua-dijo el principito- Dame de beber.
Comprendí lo que había buscado.
Acerqué el balde a sus labios y bebió con los ojos cerrados. Todo parecía una fiesta. El agua había nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo, buena para el corazón. Cuando pequeño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la calidez de las sonrisas formaban todo el resplandor del regalo de Navidad que recibía.
-En tu tierra-dijo el principito-, los hombres cultivan miles de rosas en un mismo sitio, pero no encuentran lo que buscan...
-Así es, no lo encuentran...-dije.
-Y pensar que lo que buscan, podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua...
-Seguro que así es-afirmé.
-Pero como los ojos están ciegos, se hace necesario buscar con el corazón.
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