Carta para Amalia...Mi último recuerdo

Mi querida Amalia:


Tanto tiempo que no sé de tí, ¡cuánto hace que te fuiste! ¿Cuánto?, ¿Cuándo? Por más esfuerzo que haga no lo recuerdo, tal vez no tenga sentido saber ésa fecha exacta, lo que sí sé es que a partir de ése preciso instante las agujas de mi reloj vital se detuvieron para siempre. Estuve tanto tiempo enojado con tu partida, tratando de buscarle una explicación, que recién ahora después de… bueno, no sé cuánto, pongámosle después de tantos años, recién ahora me atrevo a escribirte... ¡He olvidado tantas cosas! Pero nunca logré olvidarte, ¡ni quise! Te confieso que tu imagen me mantenía vivo, era el motor que encendía mi pobre anatomía cada mañana....

Hoy me levanté con ganas de escribirte, y “levanté” es un decir, por que cada día un poco más, mis huesos se adhieren a la gastada goma espuma de nuestro colchón, “nuestro” “nuestra” cómo me gusta utilizar ésas palabras, “nuestra cama” “nuestro patio” “nuestra casa”, todo… todo sigue siendo nuestro a pesar de tu abandono, ¡cómo fuiste capaz de dejarme tan solo! Desde ése día gris, no he hecho otra cosa que hacer mil esfuerzos por seguir recordándote, por mantener viva la llama que encendió nuestro amor. Aún logro verte cómo ésa chiquilla risueña que corría por el patio del colegio, ¡Ah Dios, tal vez sea pecado, pero lo confieso!, ya desde entonces tu sonrisa me volvía loco, esos dientes blancos e inmaculados que mostrabas con descaro, robaban mi sueño por las noches, y yo que era nada más que un jovenzuelo, la sangre me hervía como la de un hombre.

En mis labios sigue latente el sabor de tu beso, ése primer beso que me supo a gloria, tu boca cual azucena se me brindó tímida y yo tan inexperto, sentía que había conquistado la luna, y tú aún con tus mejillas cubiertas de rubor me preguntaste     -¿Me vas a querer toda la vida?- ¡Mi nena preciosa! ¡Claro que sí! Es una promesa-....y yo cumplí Amalia, toda la vida, todo lo que quedó de mi vida con tu partida te lo seguí dedicando, te seguí amando, y tú indiferente. Tu distancia ha sido tan determinante que no apareciste ni siquiera en mis sueños, por mucho que le recé a Dios para que me obsequiará una vez más aunque sea con la fantasía de tu imagen...

Hay veces en que te odio, te odio con toda la fuerza de mi amor, entonces la locura se apodera de mi ser y quiero destruir todo lo que me recuerde a ti, fotos, ropa, perfumes, libros, si no ibas a volver, ¡¿por qué no te llevaste nada?! A veces he creído que sólo para seguir torturándome con tu presencia, ya que no la física, por lo menos la material.

Y no puedo, nunca pude deshacerme de nada tuyo, ni siquiera de ésos calcetines que tanto aborrecí durante los inviernos por que me separaban del contacto cálido de tus piececitos de muñeca, hasta ésa basura extraño....Una vez descubrí en el altillo una caja, la abrí, contenía un paquete envuelto en un papel azul y al desenvolverlo, docenas de pétalos de rosa que en un tiempo supieron ser púrpuras, volaron por todo el cuarto y dejaron al descubierto tu vestido de novia, ése que cada año acomodabas amorosamente, cambiando los pétalos por otros nuevos y perfumados, para que siempre el encaje oliera como aquel día, nunca me engañaste, yo sé que no eran las rosas, eras tú....tu piel olía a rosas, a nardos y a azahar.

Ese día en el que te ví parada en la puerta de la iglesia temblabas como si fueras una hoja con la que el viento encaprichado decidió jugar, y yo intenté vanamente disimular la flojera que habían adquirido mis piernas al admirar semejante belleza, tu talle cubierto de satén, marcando apenas la redondez de ésas caderas que tanto esperé que fueran mías, tu cabeza virginal sosteniendo con incomparable elegancia la mantilla española que te había obsequiado tu abuela.

El tiempo ha hecho una jugarreta conmigo y lejos de apartarte de mi memoria cada día te acerca un poco más, y te encuentro por todas partes, barriendo la vereda con tu solero floreado, en la cocina preparando mi tarta favorita y entonces toda la casa se puebla de olor a manzanas, te veo cruzando a la panadería a comprarme mis bizcochos para el mate, y por las noches he sentido el calor de tu cuerpo sobre mi pecho. ¡Dios! Te extraño tanto aún, que he tenido miedo de enloquecer.

Dime Amalia, por favor dime que ése hueco oscuro y húmedo al que te fuiste no te contiene mejor que mis brazos, que no estás descansando en paz como todos me dijeron, por que yo no tuve una sola noche de paz desde que te fuiste de mi lado, te convertiste en mi tormento, ¡pero que dulce tormento!

Nuestro médico de siempre, el doctor Vargas me quiere convertir en una farmacia, me llena de pastillas coloridas, que para la presión, la diabetes, para mi ansiedad, para dormir, y la Memantina para ayudar a mi cerebro a recordar, ¡que tontería! Si recuerdo todo, mi cabeza está llena de tí, de tu risa, de tus miradas, de tu aroma y de tu amor... Desde tu partida me rodea un grupo de muchachitos molestos que no hacen otra cosa más que llamarme abuelo, ¡¡que descaro!! Decirme abuelo a mí que no tengo más de 20 años, pero no les aclaro nada, ¿para qué? Si no me escuchan y hacen lo que quieren, aparte me llenan de besos y me dan algunas horas de felicidad. Entre ellos hay una jovencita que tiene tu mirada, que tiene tu risa, ¿No serás tú Amalia? ¿No habrás venido a espiarme no? No, tú jamás harías eso, ¿verdad que viniste a buscarme mi amor?, dime que todos éstos años de espera no fueron en vano, mi nena preciosa estoy aquí donde me dejaste, esperándote....por siempre esperándote.

Recibe un beso grande de quien nunca te olvidó.

Francisco.

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