Homosexualidad


La cuestión de la homosexualidad ha sufrido distintos vaivenes a lo largo del tiempo y fue sucesivamente aceptada, rechazada, perseguida o reconocida. En la elección homosexual confluyen tantos parámetros como en cualquier otra actividad sexual, lo que indica que nunca se podrá entender a través de uno solo de ellos. Es decir que no podemos analizarla con el exclusivo prisma de la moral o de lo legal, o desde una óptica psicoanalítica o desde el placer.
Sabemos que la homosexualidad, tanto la femenina como la masculina, es una práctica conocida desde la antigüedad. La denominación no deriva del prefijo latín homo que significa hombre, sino del vocablo griego homoios, que define lo que es igual o semejante: homeopatía (cura por el similar), homogéneo (algo parejo), homólogo. Desde lo etimológico, homosexual sería quien tiene afinidad sexual por personas de su mismo sexo. A las mujeres homosexuales también se las denomina lesbianas, en honor a la isla de Lesbos donde residía la poetisa Safo, célebre por la belleza de sus cantos al amor y al amor homosexual en particular. Allí, en "la morada de las discípulas de las musas" cantó a la "amada ausente", a quien "igualaba a una diosa insigne" y "aguardaba con el fuego prendido en el corazón, abrasado de deseo".

“Apenas te veo así un instante, me quedo sin voz, se me traba la lengua.
Un fuego penetrante fluye enseguida por debajo de mi piel.
No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos.
Me cae a raudales el sudor, tiembla mi cuerpo entero,
me vuelvo más verde que la hierba”.

Safo de Lesbos
Se ha discutido mucho sobre la definición de la homosexualidad como enfermedad y ha habido, y sigue habiendo, enormes controversias. Es cierto que no es un cuadro nosológico en sí mismo: uno puede ser homosexual neurótico, psicótico, psicopático o normal desde el punto de vista psiquiátrico, al igual que los heterosexuales. La Organización Mundial de la Salud retiró a la homosexualidad del listado de enfermedades. La Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) ha hecho una declaración en contra de las llamadas terapias correctivas.

Sin embargo, ya en el DSMIII (Manual de diagnóstico de la Sociedad Norteamericana de Psiquiatría) se diferencia entre una homosexualidad egodistónica, que es aquella en la cual la persona tiene conflictos con su tendencia homosexual y sufre por ello, de otra egosintónica, en la cual la persona no siente su situación como un padecimiento, sino como una elección y goza con ella.

Sobre la base de estudios antropológicos se puede afirmar que la homosexualidad es una constante universal de la cultura. Se ha observado su presencia tanto en pueblos primitivos como en otros altamente desarrollados; en sociedades en decadencia tanto como en aquellas que estaban en su apogeo, y no depende de los valores religiosos de una civilización dada. Siempre se menciona a los griegos, que habían alcanzado altísimos niveles culturales y políticos, como cultores del amor homosexual. En esto cabría hacer una aclaración: en principio eran partidarios de un pansexualismo, es decir un culto al amor y al erotismo. No solían ser homosexuales exclusivos y amaban la virilidad total. Esto se apoyaba en una verdadera aversión o desprecio por las mujeres (misoginia), a quienes consideraban inferiores. Platón, en "El Banquete", aconsejaba enviar a la guerra a parejas de varones para que se defendieran mutuamente. Algo de esto ocurría con la pareja de Aquiles y Patroclo, en "La Ilíada".

Los romanos continúan en cierta manera con este tipo de amor y junto a sus mujeres poblaban sus lechos de bellos efebos y favoritos. Es célebre el caso de Adriano (y recordemos las magistral novela "Memorias de Adriano" de M. Yourcenar) que amaba a las mujeres pero que desfalleció cuando se suicidó el joven Antinoo, que era su favorito. En esto los griegos y los romanos instauran un tipo de relación maestro discípulo, en la que también interviene el erotismo de los cuerpos. Pero habría que hacer la salvedad de que estos amores homosexuales se conocen desde el marco de las prácticas sexuales de las clases dominantes, que eran, en última instancia las que escribían las crónicas de la época.
¿Sus causas?

En la historia las prácticas homosexuales han sido una constante de sociedades masculinas cerradas como las militaristas, sociedades secretas o cofradías. El judaísmo instaura la pena de muerte contra las prácticas homosexuales masculinas por violar el precepto fundamental del Génesis de "creced y multiplicaos". Pero esta misma penalización habla de la existencia de tal práctica. El cristianismo, a través de Pablo, condena explícitamente las prácticas homosexuales, incluyendo las femeninas, afirmación que nunca ha sido modificada en siglos ulteriores hasta el presente.

Es sabido que en el medioevo ardieron en verdaderos autos de fe gran cantidad de homosexuales, a quienes se vinculaba con prácticas de brujería y pactos satánicos. Pero en la oscuridad y silencio de los conventos y claustros, como bien refieren las crónicas de los demonios de Loudun o la más modema "El nombre de la rosa" de Umberto Eco, la homosexualidad persistía. También sirvió en las acusaciones y condenas para castigar a opositores o personajes disidentes o heréticos. En este sentido, son famosos los casos de Oscar Wilde, el escritor inglés que irritaba a los círculos aristocráticos y burgueses victorianos, la masacre de las SS nazis contra las SA en la Alemania hitleriana, o en las cortes británicas cuando se quiere obligar a renunciar a algún ministro o político molesto.

Es casi imposible determinar las causas de la homosexualidad (y ni sé si es importante): se han escrito cientos de libros sobre el tema y, si no se la considera una enfermedad, mal podríamos hablar de etiologías (causas). Se han barajado hipótesis hormonales, socioculturales, cerebrales: en esto ha insistido el neurofisiólogo norteamericano - también gay - Simon Levay, aunque su teoría de las zonas del cerebro con diferencias estructurales ha sido muy cuestionada; el psicoanálisis ha tratado de explicarlo a partir de la configuración edípica y las identificaciones familiares (se ha hablado de una madre y de un padre con ciertas características), pero actualmente sus teorías al respecto están cuestionadas. Es indudable, no obstante, que los vínculos familiares influyen notablemente en la elección sexual de un individuo, sea homosexual, heterosexual o bisexual.

Nuestra experiencia clínica nos permite afirmar que no es cierto que la homosexualidad sea una decisión libre, sino que hay en esta condición sexual un cierto grado de multideterminaçión, que está más allá de una elección consciente. En toda elección sexual hay diversos factores que inciden y muchos de ellos tienen que ver con experiencias vividas en el pasado y en la primera infancia. Por lo antes dicho, no se puede decir que las causas sean hereditarias, hormonales, ni que un joven, porque admire a un ídolo gay, se convierta en un homosexual.

La bisexualidad

Algunos investigadores vuelven a sostener hoy en día que podría haber causas endógenas para este tipo de conducta sexual, pero son los mismos que dicen que toda conducta que se aleje de una norma tiene como principio y fin algún cambio metabólico, descartando los elementos emocionales o psicológicos.

Popularmente se dice que es bisexual un individuo que tiene prácticas con personas de ambos sexos. Desde lo evolutivo y lo morfológico, vemos que en los fetos hay una constitución básicamente bisexual, en la cual luego se van definiendo los caracteres sexuales hacia uno u otro sexo genéticamente determinado. Los embriones, en su primer estadío, son morfológicamente femeninos hasta que, en el caso de los varoncitos, los andrógenos fetales los van diferenciando; pero, de no existir esta hormona, aunque genéticamente sean varones pueden nacer con caracteres femeninos o con cuadros de hermafroditismo. Freud introduce el concepto de bisexualidad en psicoanálisis y nos habla de que todo ser humano tendría constitucionalmente disposición sexual tanto masculina como femenina, y esto se manifiesta en los conflictos que experimenta el sujeto para asumir su propio sexo.

Basado en los datos de la anatomía y la embriología, agrega: que "cierto grado de hermafroditismo anatómico es normal. En todo individuo varón o mujer, hay vestigios del aparato genital del sexo opuesto, de allí que los organismos sean originariamente bisexuales". Para Freud "el sexo dominante en una persona habría reprimido en el inconsciente la representación psicológica del sexo vencido".

Desde lo hormonal también se evidencia el mismo fenómeno: todos tenemos hormonas femeninas como masculinas, claro que en distintas proporciones. Si en el varón aumentan los estrógenos y la prolactina puede haber crecimiento de las mamas y afinamiento de la voz. Si en la mujer aumentan los andrógenos, hay aparición de hirsutismo (aumento del vello) y voz más gruesa. Pero es interesante destacar que estos casos no siempre comportan inclinaciones hacia el mismo sexo y, por el contrario, en los homosexuales no se detectan variaciones en las tasas hormonales respecto de los heterosexuales. Pero, para agregar mayor confusión, hay quienes hablan de que podrían existir alteraciones en los receptores celulares de esas hormonas.

En los chicos suelen verse contactos con otros de igual sexo; pero esto constituye parte de su evolución sexual. Muchos padres, aterrados por su propio temor a la homosexualidad, ven en estos juegos prácticas aberrantes en lugar de entender que son propias del crecimiento.

Podríamos hablar de este tema durante horas y horas, sin llegar a tener conclusiones claras, y no sabemos si en realidad habría que tenerlas. Sostenemos que en esta espinosa cuestión las opiniones personales cuentan más que en ninguna otra: hay personas muy esclarecidas que aceptan intelectualmente la homosexualidad, pero la rechazan afectivamente y no desean para sí o para sus hijos este tipo de prácticas.
Desconozco autor.

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