Hace 200 años para la iglesia el feminismo era pecado.


Hace dos siglos la iglesia entendía a la mujer como fuente del pecado, ya que Eva había sido la causante de la expulsión del paraíso. El ideal femenino era la virgen María, puesto que fue madre sin pecar, la mujer era propiedad del marido, quien podía educarla y corregirla aún con uso de la violencia, y muchas aberraciones más.
Pero en el Siglo XVIII la mujer obtuvo destellos de libertad. Algunas pudieron instruirse a través de libros y tertulias literarias, organizadas por ellas mismas, donde se debatía de arte, cultura o política. Y levantaron la voz contra la sociedad machista: en 1791, Olympe de Gouges publicó la "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana", en contrapartida a los "Derechos del hombre y el Ciudadano" de la Revolución Francesa (que sólo se refería al varón, no a la mujer). Murió en la guillotina. Sus últimas palabras fueron: “Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener igualmente el derecho de subir a la tribuna”. En Inglaterra, Mary Wollstonecraft escribiría “Vindicación de los Derechos de la Mujer”, también desoída por su sociedad.
En aquella época, considerada la primera oleada del feminismo, muchas se atrevieron a ser dueñas de su cuerpo y su mente, llamándolas libertinas y siendo satanizadas por la iglesia, como Madame Staël y George Sand en Francia, la duquesa de Alba en España y la Güera Rodríguez en México. Fueron voces individuales, pero sus hechos aún resuenan.
El 8 de marzo es el día internacional de la mujer, y el 9 se realizará Un Día Sin Mujeres. Esos dos días, los hombres que apoyamos sus luchas pongámonos un pañuelo verde enrollado al brazo. Ellas no están solas.
¡Felicidades a todas las que luchan diariamente por su libertad!
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