¡Bravo!



Termino 2019 saldando una deuda pendiente conmigo misma: por fin me he operado una hernia grande que tenía desde mi último embarazo. Por fin he encontrado la fuerza suficiente para dedicarme unos días a cuidarme sin sentirme culpable. Al día siguiente del último pleno del ayuntamiento antes de Navidad, el sábado 21 de diciembre, entré en quirófano para una operación de 4 horas. La operación fue muy bien, gracias a la doctora que me operó y a su equipo. Pero tras recuperarme de la anestesia, lloré con ganas, lloré como una niña, lloré de alegría y de rabia. Y quiero explicaros por qué.

Tuve a mi segundo hijo en abril de 2017, con 43 años y siendo alcaldesa. El niño nació por cesárea y todo salió bien: él guapísimo y, lo más importante, sano. Pero a mí me quedó la barriga destrozada, con la musculatura abdominal abierta y una hernia importante en el ombligo. Explico esto porque creo que mi experiencia es compartida por miles de mujeres y creo que es oportuno visibilizarla.

Las mujeres hacemos una de las cosas más importantes del universo: creamos y gestamos la vida humana. Durante 9 meses nuestro cuerpo se transforma para crear un bebé. Cuando llega esa nueva vida, no siempre, pero la mayoría de las veces es motivo de enorme felicidad. Ese ha sido también mi caso: nada me ha hecho más feliz que traer al mundo y ayudar a crecer a mis dos niños preciosos. Sin embargo esa felicidad no tiene por qué compensar ni mucho menos invisibilizar los efectos colaterales que muchas mujeres (la mayoría) debemos asumir como consecuencia del proceso del embarazo.

Se habla mucho (y se ridiculiza) de los síntomas del embarazo como las náuseas o los vómitos. Pero es mucho más que eso. Son las estrías, la baja autoestima, los miedos e inseguridades, el peso de la responsabilidad, las muchas cosas que no debes comer o beber, que se niegue nuestra deseabilidad y sexualidad durante el embarazo y en los meses posteriores, y un largo etcétera. Un elemento común a esas muchas cosas que te pasan o te pueden pasar a raíz del embarazo es que son TU problema. No son problema de la familia, ni de la sociedad, ni del sistema de salud... si no hay riesgo para tu vida, todo lo que te pase es TU problema. En mi caso, igual que miles de mujeres, no tuve tiempo para hacer yoga o piscina o gimnasia pre y post parto, y la barriga me quedó hecha unos zorros. He pasado dos años y medio sintiendo que nadie se preocupaba por ello, que era mi problema, que mi cuerpo era más feo y que discretamente tenía que comprarme ropa más ancha para disimular mi deformidad. Y que había mil cosas más importantes antes que curar mi barriga.

En las redes sociales he tenido que aguantar miles de twits y fotos con insultos, o mentiras horribles como que me reía de las víctimas del atentado terrorista en las Ramblas mientras escondía “un cirio” debajo de mi camisa (era la hernia de mi ombligo, cuatro meses después de dar a luz). Cuando han salido esas imágenes, a nadie se le ocurría hablar de que las mujeres, después de parir, muchas veces nos dejamos el físico. En cambio rápidamente se nos insulta, se nos acusa de dejadas, o de cosas peores.

Tras mi cesárea, el equipo médico estaba satisfecho con la operación y el buen estado de salud del bebé. Yo también, feliz con mi pequeño y agradecida con la sanidad pública. Pero según la ginecología clásica, la hernia que me quedó no era “nada grave”, así que no hicieron nada en el momento. Y así he pasado dos años y medio con una hernia que dolía, que era incómoda, que hacía que no tuviera ombligo. No era grave, no era cuestión de vida o muerte, pero a mí me ha condicionado mi vida y mi autoestima.
Y hoy, cuando tras la operación veo mi cuerpo en el espejo, con moratones, con grapas, pero finalmente con ombligo, río de alegría y de rabia.

Dos años y medio después, a los machistas imbéciles que me habéis insultado por tener un bulto en la barriga... que os den. No tengo nada más que deciros.
En cambio, a las millones de mujeres que, siendo madres, habéis sufrido dificultades, ya sean físicas o emocionales, y os habéis sentido solas, invisibles y que a nadie le importaba vuestro cuerpo, vuestro esfuerzo y sufrimiento: gracias por vuestra lucha y generosidad, os merecéis todo el amor y los cuidados del mundo, y os envío desde estas líneas mi abrazo más tierno.
En 2020, seguiremos trabajando por un mundo feminista, es decir, un mundo que ponga la vida en el centro. Todas las vidas y con todos los cuidados posibles. Para todas y todos.
Foto y texto: Ada Colau Ballano fb


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