Pies de loto.


Pies de loto o pies de media luna era una costumbre que consistía en aplicar una venda ajustada a los pies de las niñas para prevenir su crecimiento.

El vendaje comenzaba a una edad muy temprana, siempre antes de los 6 años ya que los huesos aún eran maleables. Había todo un ritual alrededor de esta horrible y dolorosa práctica. La época elegida era el invierno, así los pies estaban más entumecidos para aguantar el dolor. Se necesitaban unos dos años de continuo vendaje para que las niñas consiguieran pies de loto.

Tras una ofrenda a las deidades, normalmente pasteles de arroz, se procedía a lavar con mucho cuidado los pies con una infusión de hierbas (a veces con sangre animal), se cortaban las uñas y se espumajeaban los pies largo tiempo para ablandar el pie. Se rompían los 8 dedos a excepción de los dedos gordos ya que es el que aporta el equilibrio. Se retorcía cada falange hasta romperla llevando los huesos hasta la planta del pie y
juntándolos haciendo una especie de puño. Luego eran vendados con unas vendas de algodón o seda previamente mojadas en la misma infusión con la que habían lavado los pies de forma que los dedos quedaran lo más cerca del talón de forma que lo único que tuviera contacto con el suelo sería el dedo gordo y el talón.

El dolor era insoportable y lo era hasta que con el paso del tiempo el nervio moría. Cada 3 días se cambiaban las vendas por otras que apretaban más. Con cada capa, se tiraba de las ataduras lo más apretadamente posible, acercando cada vez más la “bola” y el talón del pie y reduciendo la punta del mismo hacia un punto. Las envolturas se cosían a fondo. Se volvían a lavar, a masajear, a cortar las uñas incluso arrancarlas si convenía. Se repetía el proceso hasta que los huesos se quebraban y el pie dejaba de crecer. El proceso era tan cruel que en ocasiones se perdía algún dedo para dejar más espacio a la “reconstrucción” incluso a alguna niña se le pudrió debido a la gangrena.

El 15% no sobrevivían a esta práctica y las que lo hacían vivirían con secuelas como infecciones, parálisis o atrofia muscular. Estas mujeres no podían caminar largas distancias y en los casos más extremos sólo podían hacerlo a base de saltos. Así conseguían unos pies de 7.5cm

Los pies tan extremadamente pequeños eran considerados eróticos. Los manuales sexuales de la dinastía Qing listaban 48 formas diferentes de jugar con los pies vendados. La mujer siempre debía impedir que alguien le viera los pies sin vendar, los hombres comprendían que la belleza erótica de los pies vendados no se correspondía con su desagradable realidad física, la cual, por lo tanto, debía ser mantenida oculta para lograr mantener viva la fantasía.
Detrás de esta práctica fetichista se esconde una realidad de buscar la sumisión. Al tener tan limitada la movilidad, las mujeres con “pie de loto” no podían tomar parte en la vida política y social. Eran dependientes de sus maridos y sus familias convirtiéndose así en símbolo de fidelidad y posesión. Después de ser rotas, remendadas y desfiguradas, las mujeres ganaban estatus social y belleza, pero perdían su libertad y sus derechos.

Se convertían en un apreciado símbolo de castidad y propiedad del hombre ya que la mujer quedaba restringida a su hogar y no podía aventurarse lejos sin escolta o la ayuda de sirvientes.

El verdadero efecto erótico era “el andar de loto”, rodillas suavemente flexionadas, balanceándose para encontrar el equilibrio… una postura completamente antinatural hacía que se forzara el endurecimiento de la parte superior de los muslos, la vagina y la cadera logrando una vagina más estrecha que brindaba más placer a los hombres durante el sexo. La pelvis se apretaba de tal forma que para ellos hacer el amor con una mujer con los pies vendados era como hacerlo siempre con una virgen.

Nunca importó el dolor, nunca importó morir en el intento, ni que resultaran unos pies tan horribles después de todo que ni ellos querían ver sin vendar. Solo importaba la sexualidad del hombre y que este disfrutara.



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