No, el nazismo y el fascismo no son de izquierdas ni anticapitalistas


Por spanishrevolution

«Los que realmente ganaron con la llegada de los nazis fueron los grandes capitalistas alemanes».

Muchas veces se afirma que el nazismo era socialista. Esta afirmación sería básicamente una falacia de asociación sustentada en el hecho de que el nombre oficial del Partido Nazi era Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP, en español, Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) e incluía la palabra “socialista”.

El nombre del partido y el uso de la palabra “socialista” por parte de los nazis no fue más que un recurso demagógico y populista para atraer votos de los trabajadores en un momento en el que el movimiento obrero estaba en auge, como sostiene Shirer (2010). De hecho, estas propuestas y eslóganes fueron olvidados por los nazis con su llegada al poder, e incluso Hitler se avergonzaba cuando se le recordaba algunos de ellos (Shirer, 2010).

Hitler en la parte superior frente a unos trabajadores con un cartel con el nombre de su partido, donde se destacan las palabras socialista y partido obrero. En la parte inferior se puede observar a Hitler frente a unos capitalistas con un cartel con el nombre de su partido, donde se destacan las palabras nacional y partido alemán. 1931. Caricatura realizada por Jacobus Belsen para la revista alemana Das Firmenschild.
Antes de nada, deberíamos plantearnos qué era para Hitler el “socialismo”. En palabras de Hitler:

❝Mi interpretación del socialismo no tiene nada que ver con el socialismo marxista. […] El marxismo es anti-propiedad; el verdadero socialismo no lo es.❞ (Carsten, 1967, pp. 137).

Como se puede observar, la concepción del “socialismo” por parte de Hitler era diametralmente opuesta a la que es. El socialismo según la Real Academia Española (RAE) es:

❝Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.❞

Es decir, el socialismo solo permite la propiedad colectiva o estatal, en ningún momento permite la propiedad privada.

George Sylvester Viereck, entrevistó a Hitler en 1923, esta entrevista se publicó en julio de 1932 en la revista Liberty y además de encontrarse disponible en este articulo de The Guardian de 2007. A continuación, un fragmento de la entrevista:

❝Viereck: ¿Por qué te llamas nacionalsocialista, si el programa de tu partido es la antítesis de lo que comúnmente se acredita al socialismo?

Hitler: El socialismo es la ciencia de tratar con el bienestar común. El comunismo no es socialismo. El marxismo no es socialismo. Los marxistas han robado el término y confundido su significado. Quitaré el socialismo a los socialistas.

El socialismo es una antigua institución aria, germánica. Nuestros antepasados ​​alemanes tenían ciertas tierras en común. Cultivaron la idea del bienestar común. El marxismo no tiene derecho a disfrazarse de socialismo. El socialismo, a diferencia del marxismo, no repudia la propiedad privada. A diferencia del marxismo, no implica la negación de la personalidad, y a diferencia del marxismo, es patriótico.

Podríamos habernos llamado el Partido Liberal. Escogimos llamarnos nacionalsocialistas. No somos internacionalistas. Nuestro socialismo es nacional. Exigimos el cumplimiento de las justas reivindicaciones de las clases productivas por parte del Estado sobre la base de la solidaridad racial. Para nosotros el Estado y la raza son uno.❞ (Viereck, 1923, pp. 4).

El “socialismo” de Hitler se podría resumir con sus propias palabras: “podríamos habernos llamado el Partido Liberal. Escogimos llamarnos nacionalsocialistas”.

Al uso confuso del “socialismo” por parte de los nazis, habría que sumar una frase erróneamente atribuida a Hitler (intencionadamente o no). Es la siguiente:

❝¡Somos socialistas, enemigos, enemigos mortales del sistema económico capitalista actual con su explotación de los económicamente débiles, con su injusticia en los salarios, con su evaluación inmoral de los individuos de acuerdo con la riqueza y el dinero en lugar de la responsabilidad y logros, y estamos determinados bajo todas las circunstancias para abolir este sistema!❞ (Lane y Rupp, 1978, pp. 89).

Esta frase en realidad, como recogen Lane y Rupp (1978), corresponde a Gregor Strasser, nazi y posterior opositor de Hitler, y proviene de su libro de 1926 Thoughts about the Tasks of the Future. La superchería de atribuir la frase a Hitler proviene de Toland (1976), quien no aporta fuentes de su procedencia y además afirma que fue pronunciada por Hitler el 1 de mayo de 1927, pero lo cierto es que no hay evidencia documental de que fuera pronunciada ese día por Hitler, véase al respecto las transcripciones de los discursos de Adolf Hitler en Hitler (1992, pp. 287-290).

Strasser, a pesar de sus tendencias izquierdistas en sus inicios, antes de ser asesinado por los nazis durante la noche de los cuchillos largos en 1934 dio un giro a su discurso. En una entrevista con el periodista estadounidense Hubert Renfro Knickerbocker, en 1932, Strasser se sinceraba y afirmaba lo siguiente:

❝Reconocemos la propiedad privada. Reconocemos la iniciativa privada. Reconocemos nuestra deuda y préstamos. Nos oponemos a la nacionalización de la industria. Nos oponemos a la estatalización del comercio. Nos oponemos a la economía planificada en el sentido soviético.❞ (Neebe, 1981, pp. 164).

Gottfried Feder fue otro nazi strasserista que posteriormente fue apartado de la primera línea del partido por Hitler. Feder en su Manifiesto para el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero (1920) cargaba duramente contra la socialización de los medios de producción:

❝La demanda más esencial del programa de Erfurt (el traspaso de los medios de producción de la propiedad privada a la comunidad) se ha condensado hoy en el grito por la “socialización”. Que la socialización integral significa nuestro hundimiento económico, la bancarrota estatal total. […] No socialización, sino desocialización debería ser ahora la consigna.❞ (Feder, 1920, pp. 23).

Feder también fue el artífice del Programa de 25 puntos del entonces Deutsche Arbeiterpartei (DAP, en español, Partido Obrero Alemán). En él, se proponía, por ejemplo, nacionalizaciones, pero esto nunca se llevó a cabo como señala Agosto (2008):

❝Dichas propuestas generaron cierta preocupación entre los sectores capitalistas de la sociedad. Sin embargo, rápidamente quedó de manifiesto que el Estado totalitario, a pesar de jugar un papel central en la reestructuración de la economía, no iba a perjudicar los intereses de los sectores empresarios. Muy por el contrario, los defendería abiertamente, teniendo en cuenta que muchos de los dueños de las grandes empresas destacadas durante el régimen eran miembros prominentes del partido y desempeñaban cargos importantes en el gobierno.❞ (pp. 58).

Es más, el propio Adolf Hitler, el 13 de abril de 1928, hizo la siguiente elucidación disponible aquí:

❝Debido a las interpretaciones mentirosas de parte de nuestros oponentes del punto 17 del Programa del NSDAP, la siguiente explicación es necesaria.

Dado que el NSDAP se basa fundamentalmente en el principio de la propiedad privada, es obvio que el expresión “confiscación sin indemnización” se refiere meramente a la creación de posibles medios legales de  confiscar, cuando sea necesario, tierras adquiridas ilegalmente, o no administradas de conformidad con el bienestar nacional. Por lo tanto, se dirige en primera instancia contra las empresas judías que especulen con la tierra.❞

Los nazis compartían con los conservadores y liberales el darwinismo social, el apoyo a la propiedad privada, su virulento anticomunismo y su oposición a la lucha de clases. También cabe destacar el idealismo alemán de los nazis, opuesto al materialismo filosófico marxista.

El darwinismo social de Hitler, por ejemplo, se hace patente en una respuesta en octubre de 1930 a Otto Strasser:

❝¿Crees que estaría tan loco como para destruir la industria pesada alemana? ¡Esos productores llegaron a la cima por sus propios méritos, y, debido a este proceso de selección, que prueba que son una élite, tienen el derecho a dirigir!❞ (Craig, 1978, pp. 584-585).

Como podemos ver, Hitler no solo era darwinista social en el plano racial, también en el plano económico como los liberales. Hitler creía que los industriales eran los más “aptos” y por eso debían mantener sus privilegios, ya que habían sido “seleccionados naturalmente gracias a la competencia”:

❝La ideología nazi tenía el espíritu empresarial en alta estima. La propiedad privada se consideraba una condición previa para desarrollar la creatividad de los miembros de la raza alemana en el mejor interés de la gente.❞ (Buchheim y Scherner, 2006, pp. 408).

El anticomunismo de los nazis, por ejemplo, se hacía patente en declaraciones como esta de Goebbels en 1937, en la que definía al bolchevismo como:

❝Locura patológica y criminal que ha sido inventada por los judíos y dirigida por los judíos.❞

Además, daba las gracias al Führer, como muchos liberales y conservadores, por:

❝Haber erigido un muro contra la invasión del bolchevismo.❞

En un discurso de 1933, Hitler, cargaba contra las “teorías económicas marxistas” causantes de “la locura de la política impositiva” y del “Estado benefactor”.
El caladero de votos de los nazis provenía de partidos definidos como liberales: como el Partido Democrático Alemán (en alemán, Deutsche Demokratische Partei, abreviado DDP) o el Partido Popular Alemán (en alemán, Deutsche Volkspartei, abreviado DVP) y conservadores: como el Partido Nacional del Pueblo Alemán (en alemán, Deutschnationale Volkspartei, abreviado DNVP), el Partido de Centro (en alemán, Deutsche Zentrumspartei, conocido comúnmente como Zentrum, abreviado DZP) o el Partido Alemán de la Clase Media del Reich (en alemán, Reichspartei des deutschen Mittelstandes, abreviado WP).
Como se puede observar, el caladero de votos de los nazis provenía de los partidos liberales y conservadores, oscilando sus votos de manera pareja. Los apoyos de los nazis provenían principalmente de las clases medias, comerciantes, propietarios, industriales, excombatientes desempleados con miedo a perder su prestigio, militares o en aquellos empleados en profesiones liberales; y no tanto de la clase obrera (Crouzet, 1961). La prueba de esto es que, por ejemplo, en 1931, en los consejos fabriles alemanes los fascistas solo obtuvieron un 0,5% de representación, mientras que en las elecciones de julio de 1932 obtuvieron un 37,27% (Crouzet, 1961). El nazismo era, como señala Crouzet (1961):

❝Una revolución llevada a cabo por la clase media.❞ (pp. 204)

A pesar del aumento de votos los nazis no podían gobernar en solitario, es así que forman un gobierno con conservadores (Agosto, 2008).

Las últimas elecciones libres de Alemania se podrían considerar las de noviembre de 1932, en las que los nazis perdieron votos, porque en las de marzo de 1933, como señala Patricia Agosto, se produjo represión e intimidación estatal contra los comunistas y los socialdemócratas, ya que la policía pertenecía a los nazis:

❝El nuevo gabinete asumió el 30 de enero y contaba con tres nazis: Hitler como canciller, Frick como ministro del Interior y Goering, nombrado ministro sin cartera, comisario de Aviación y ministro del Interior prusiano. Este último cargo le daba el control sobre el cuerpo de policía.❞ (Agosto, 2008, pp. 24).
Los nazis tras su llegada al poder, y tras incendiar el Reichstag, reprimen a los comunistas, acusándolos del incendio falsamente (Agosto, 2008). Entre 1933 y 1938 son detenidos 435.000 opositores al régimen (Crouzet, 1961).

Los nazis tuvieron también un importante apoyo por parte de los grandes capitalistas alemanes, véase el encuentro secreto del 20 de febrero de 1933:

❝Desde el momento mismo de la asunción al poder, el nazismo recurrió al dinero de las grandes empresas alemanas para financiar al partido y sus campañas electorales. Por ejemplo, para financiar la campaña de las elecciones al Reichstag del 5 de marzo de 1933, Goering convocó a una reunión de Hitler con los grandes empresarios. Entre estos últimos asistieron Gustav Krupp (poderosa familia fabricante de armamento y acero), cuatro directivos de la IG Farben (productora de petróleo, caucho sintético y colorantes), y otros industriales, que aportaron tres millones de marcos al partido.❞ (Agosto, 2008, pp. 59).

Hitler recibe el apoyo de otros grandes capitalistas alemanes, como Emil Kirdorf, Alfred Hugenberg, Fritz Thyssen o el banquero Hjalmar Schacht (Crouzet, 1961). Este apoyo se materializó en la Industrielleneingabe (en español, Petición de los industriales) de 1932, en la que distintos exponentes de la agricultura, industria y finanzas alemanas piden mediante una carta a Hindenburg que este nombre a Adolf Hitler canciller de Alemania. Incluso Thyssen, autor de Yo pagué a Hitler (1941), pagó la sede de los nazis:

❝El empresario alemán del acero aportó al partido 250.000 marcos para la adquisición y refacción de la Casa Marrón del NSDAP, mansión ubicada en uno de los barrios aristocráticos de Munich.❞ (Agosto, 2008, pp. 60).

Hitler levantaba la simpatía de los grandes capitalistas dentro y fuera de Alemania. Texaco, Standard Oil, Chase Manhattan Bank, International Telephone and Telegraph Corporation (ITT), Ford, Sterling Products y otras empresas estadounidenses colaboraron con los nazis (Agosto, 2008).

Uno de los admiradores de Hitler fue Henry Ford. El gran capitalista estadounidense escribió varias obras antisemitas, la más famosa fue escrita en 1920, The International Jew:

❝Hitler declaró en 1931 que Henry Ford era su inspiración y llegó a tener un retrato del mismo en su despacho. La admiración mutua se reflejó cuando, en 1938, Ford recibió la condecoración de la Gran Cruz del Águila, máximo reconocimiento que el Estado nazi podía otorgar a un extranjero.❞ (Agosto, 2008, pp. 64-65).

Tras la llegada al poder de los nazis en 1933, lejos de lo que se presupone tras la llegada al Gobierno de “un peligroso grupo de socialistas con ganas de expropiaciones forzosas”, los índices bursátiles de Alemania no se desplomaron, es más, siguieron creciendo (Ferguson y Voth, 2005).

LA ECONOMÍA NAZI
El libre mercado se respetó durante el nazismo:

❝Los derechos del capital fuera de la empresa están respetados por la posibilidad de pactar libremente contratos de venta y de compra (ya se trate de la fuerza de trabajo o de mercancías), así como por contratos de crédito o de préstamos, y por la posibilidad de intervenir libremente; en resumen, por lo que se denomina la libre competencia.❞ (Bettelheim, 1972, pp. 72).

Los nazis llevaron a cabo una campaña de privatizaciones. La Alemania nazi se convertía así, tras la Italia fascista, en el primer país de la historia moderna en privatizar empresas estatales (Bel, 2010). Es más, el termino privatización, surge en 1936 del alemán reprivatisierung, tras la masiva campaña de reprivatizaciones llevada a cabo por los nazis (Bel, 2010).

El 12 de febrero de 1933, el secretario de Estado de la Hacienda Pública de Hitler, anunció oficialmente:

❝La política de nacionalización llevada a cabo en los últimos años será detenida. Las empresas estatales serán transformadas nuevamente en empresas privadas.❞ (Bel, 2010, pp. 16).

Antes de la llegada de los nazis, el Estado controlaba el 70% de todos los bancos corporativos alemanes (Bel, 2010). Los nazis privatizan los tres principales bancos comerciales de Alemania, Commerz- und Privatbank, Deutsche Bank und Disconto-Gesellschaft, y Dresdner Bank (Bel, 2010). Como señala Crouzet (1961):

❝Las actividades más remuneradoras han sido devueltas a las empresas privadas en 1936 y 1937; el Estado era en 1933 el principal accionista de los grandes bancos y en 1937 liquida el total de sus participaciones.❞ (pp. 146).

Pero los nazis no solo privatizaron bancos, también se privatizó parcialmente la Deutsche Reichsbahn (ferrocarriles alemanes), en ese momento la empresa pública más grande del mundo (Bel, 2010). En 1936, Vereinigte Stahlwerke AG (United Steelworks), la segunda sociedad por acciones más grande de Alemania (la más grande era IG Farben), fue privatizada, curiosamente esta operación benefició a Fritz Thyssen (Bel, 2010). Vereinigte Oberschleschische Hüttenwerke AG, una empresa que controlaba toda la producción de metales en la industria del carbón y el acero de Alta Silesia fue privatizada (Bel, 2010). El Gobierno nazi también vendió una cantidad de compañías de construcción naval y navieras como Hansa Dampf, Hamburg-SüdAmerika y Deutschen Schiff-und Machisnenbau AG Bremen (Bel, 2010).

Las privatizaciones nazis afectaron a los ferrocarriles, al acero, a la minería, a la banca, a la construcción de barcos o a las compañías navieras (Bel, 2010). Los nazis nunca abocaron por la estatalización de la economía, al contrario, abocaron por la propiedad privada:

❝Las fuentes disponibles dejan perfectamente claro que el régimen nazi no quería en absoluto a la economía alemana con propiedad pública de muchas o todas las empresas. Por lo tanto, no tenía ninguna intención de nacionalizar empresas privadas o de crear empresas estatales. Por el contrario, la reprivatización de las empresas fue posible siempre que fue posible […] Las plantas de propiedad estatal debían evitarse siempre que fuera posible.❞ (Buchheim y Scherner, 2006, pp. 405-406).

En 1939 solo el 8,7% del capital del total de las sociedades por acciones y de las sociedades de responsabilidad limitada estaban en manos estatales en la Alemania nazi (Bettelheim, 1972). En 1938 solo el 5% de la riqueza nacional estaba en manos del Estado (Bettelheim, 1972).

La propiedad privada se respetó en la mayoría de los casos durante la Alemania nazi (Agosto, 2008). El propio Hitler declaró el 24 de marzo de 1942:

❝Insisto absolutamente en proteger la propiedad privada. […] Debemos promover la iniciativa privada.❞ (Hitler, 1953, pp. 294).
Muchos defensores de la tesis de que la Alemania nazi era socialista sostienen que, aunque existía propiedad privada de los medios de producción, esta estaba supeditada al Estado, es decir, era meramente nominal. Esto no es cierto, como señalan Buchheim y Scherner (2006):

❝La propiedad privada en la industria del Tercer Reich es a menudo considerada una mera disposición nominal sin mucha sustancia. Sin embargo, eso no es correcto, porque las empresas, a pesar del racionamiento y actividades de licenciamiento del Estado, todavía tenían amplio alcance para diseñar sus propios perfiles de producción e inversión. Incluso con respecto a proyectos relacionados con la guerra, la libertad de contratación se respetó en general; en lugar de usar la fuerza, el Estado ofreció a las empresas una serie de opciones de contrato para elegir. Había varios motivos detrás de esta actitud del régimen, entre ellos la convicción de que la propiedad privada proporciona incentivos importantes para aumentar la eficiencia.❞ (pp. 390).

Las empresas privadas durante la Alemania nazi tenían libertad para rechazar los proyectos estatales, sin ninguna consecuencia o sin temor a sufrir represalias o ser nacionalizadas. E incluso, en algunas ocasiones, como en el caso de Froriep GmbH, el Estado acataba las decisiones de las empresas privadas:

❝Las empresas normalmente podrían negarse a participar en un proyecto de inversión diseñado por el Estado, sin ninguna consecuencia. Hay bastantes casos en que lo hicieron, incluso después de la implementación del plan de cuatro años y el comienzo de la guerra, ambos considerados en algunas publicaciones como cruciales en la política económica del régimen. Y, de hecho, la retórica a veces pudo haberse vuelto más agresiva después de 1936. Pero el comportamiento real del Estado nazi en las relaciones con las empresas privadas parece no haber cambiado, porque las empresas continuaron actuando sin ningún tipo de temor a ser nacionalizadas o puestas de otra manera bajo una presión insoportable.

Así, de Wendel, una empresa minera de carbón, se negó a construir otra planta de hidrogenación en 1937. En la primavera de 1939 IG Farben rechazó una solicitud del Ministerio de Economía para ampliar su producción de rayón para el uso en neumáticos. Tampoco estaba preparado para invertir una cantidad sustancial en una tercera fábrica en Fürstenberg/Oder de buna (caucho sintético), aunque este era un proyecto de gran urgencia para el régimen. Otro ejemplo interesante es el de Froriep GmbH, una empresa que producía máquinas para el armamento y las industrias relacionadas con la autarquía, que también encontraron un mercado listo en el exterior. En la segunda mitad de la década de 1930 la demanda de los propósitos anteriores era tan alta que las exportaciones amenazaban con ser totalmente desplazadas. Por lo tanto, la compañía planificó una ampliación de la capacidad, pero solicitó al Reich que compartiera el riesgo otorgando un crédito subsidiado y permitiendo cargas de depreciación excepcionales para reducir su carga impositiva. Cuando la última demanda no fue aceptada al principio, la empresa reaccionó al negarse a invertir. Entonces, al final, el Estado se rindió por completo a las solicitudes de la empresa.❞ (Buchheim y Scherner, 2006, pp. 401-402).

Las empresas privadas actuaron con sus inversiones sabiendo que los nazis nunca implantarían un sistema económico socialista:

❝El comportamiento de las empresas en todos estos casos también demostró que previeron la eventual reducción del intervencionismo y de la demanda estatal, que conduciría a la reaparición de una economía de mercado y a una mayor competencia. Si hubiera sido de otra manera, la formación de expectativas a largo plazo diferente de las expectativas a corto plazo habría sido sin sentido. Por lo tanto, la industria misma no consideró que el desarrollo del sistema económico nazi se dirigía hacia la planificación central y el socialismo. Más bien, el papel muy importante del Estado en la preguerra y en la economía de guerra se consideraba relacionada con la guerra- y por lo tanto temporal.❞ (Buchheim y Scherner, 2006, pp. 405).

En 1939, solamente la empresa privada IG Farben controlaba el 25% de los trabajadores de la industria química alemana, el 33% del capital nominal de ese sector, el 33% de la producción y el 66% de las exportaciones, sin tener en cuenta sus filiales extranjeras en Suiza y Suecia o sus contratos con la Standard Oil (Crouzet, 1961). Los beneficios empresariales de las empresas privadas como Krupp o IG Farben crecieron considerablemente durante el nazismo:
Las filiales alemanas de las empresas privadas General Motors y Ford Motor Company poseían el 70% del mercado automovilístico alemán en 1939 (Agosto, 2008), además de suministrar material bélico a la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial (Agosto, 2008). Göring por su parte, dejó que las empresas privadas financiarían la industria de la aviación para que la iniciativa privada se fortaleciera (Buchheim y Scherner, 2006). Es por ello, que no era raro que empresas privadas de la aviación militar como Messerschmitt AG, Ernst Heinkel Flugzeugwerke AG o Junkers Flugzeug- und Motorenwerke AG fueran los principales proveedores de la Luftwaffe.
También esto ocurre en Latinoamérica. Entre 1932 y 1937 el volumen de las exportaciones alemanas a esa región se cuadriplica y para 1936 Alemania se convierte en el principal proveedor de Chile y Brasil, así como el segundo de Perú, Bolivia, Venezuela, Guatemala y México (Crouzet, 1961).

La Alemania nazi aumentó sus relaciones comerciales con prácticamente todos los países, salvo excepciones como la Unión Soviética, durante el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial
Fuente: Hehn (2005).

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